Job 1-9

El Libro de Job

CAPITULO 1
Integridad y prosperidad de Job

1 Hubo un hombre en la tierra de Uz, que se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
2 Le nacieron siete hijos y tres hijas.
3 Poseía 7.000 ovejas, 3.000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnos y muchísimos siervos. Y aquel hombre era el más grande de todos los orientales.
4 Sus hijos iban y celebraban un banquete en la casa de cada uno, en su día, y mandaban a llamar a sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos.
5 Y cuando habían transcurrido los días de banquete, sucedía que Job mandaba a llamarlos y los purificaba. Levantándose muy de mañana, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Pues decía Job: "Quizás mis hijos habrán pecado y habrán maldecido a Dios en sus corazones." De esta manera hacía continuamente.

Satanás cuestiona la integridad de Job

6
Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehovah, y entre ellos vino también Satanás.
7 Y Jehovah preguntó a Satanás:
-¿De dónde vienes? Satanás respondió a Jehovah diciendo: -De recorrer la tierra y de andar por ella.
8 Y Jehovah preguntó a Satanás: -¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
9 Y Satanás respondió a Jehovah diciendo: -¿Acaso teme Job a Dios de balde? 
10 ¿Acaso no le has protegido a él, a su familia y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido, y sus posesiones se han aumentado en la tierra.
11 Pero extiende, por favor, tu mano y toca todo lo que tiene, ¡y verás si no te maldice en tu misma cara!
12 Y Jehovah respondió a Satanás: -He aquí, todo lo que él tiene está en tu poder. Solamente no extiendas tu mano contra él. Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah.

Satanás arruina la casa de Job

13
Aconteció cierto día, cuando sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito,
14 que un mensajero llegó a Job y le dijo:
-Estando los bueyes arando, y las asnas paciendo cerca de ellos,
15 cayeron de sorpresa los sabeos y se los llevaron. Y a los criados mataron a filo de espada. Sólo yo escapé para darte la noticia.
16 Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: -¡Fuego de Dios cayó del cielo, y quemó las ovejas y consumió a los criados! Sólo yo escapé para darte la noticia.
17 Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: -Los caldeos formaron tres escuadrones, arremetieron contra los camellos y se los llevaron. Y mataron a los criados a filo de espada. Sólo yo escapé para darte la noticia.
18 Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: -Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito.
19 Y he aquí que un fuerte viento vino del otro lado del desierto y golpeó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron. Sólo yo escapé para darte la noticia.
20 Entonces Job se levantó, rasgó su manto y se rapó la cabeza; se postró a tierra y adoró.
21 Y dijo:
-Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehovah dio, y Jehovah quitó. ¡Sea bendito el nombre de Jehovah!
22 En todo esto Job no pecó ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

CAPITULO 2
Satanás arruina la salud de Job

1 Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehovah, y entre ellos vino también Satanás, para presentarse ante Jehovah.
2 Jehovah preguntó a Satanás:
-¿De dónde vienes? Y Satanás respondió a Jehovah: -De recorrer la tierra y de andar por ella.
3 Jehovah preguntó a Satanás: -¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal; y que todavía se aferra a su integridad a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin motivo?
4 Y Satanás respondió a Jehovah diciendo: -¡Piel por piel! Todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida.
5 Pero extiende, pues, tu mano y toca sus huesos y su carne, y verás si no te maldice en tu misma cara.
6 Y Jehovah respondió a Satanás: -He aquí, él está en tu poder; pero respeta su vida.
7 Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah e hirió a Job con unas llagas malignas, desde la planta de sus pies hasta su coronilla.
8 Tomaba un pedazo de tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de las cenizas.
9 Entonces su mujer le dijo:
-¿Todavía te aferras a tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muérete!
10 Pero él le respondió: -¡Has hablado como hablaría cualquiera de las mujeres insensatas! Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios.

Job es visitado por sus tres amigos

11
Entonces tres amigos de Job -Elifaz el temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita- se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido y vinieron, cada uno de su lugar. Convinieron juntos en ir a él para expresarle su condolencia y para consolarle.
12 Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no le pudieron reconocer, alzaron su voz y lloraron. Cada uno rasgó su manto, y esparcieron polvo hacia el cielo, sobre sus cabezas.
13 Luego se sentaron en tierra con él por siete días y siete noches. Y ninguno de ellos le decía una sola palabra, porque veían que el dolor era muy grande.

CAPITULO 3
Job maldice el día en que nació

1 Después de esto Job abrió su boca y maldijo su día.
2 Tomó Job la palabra y dijo:
3 -Perezca el día en que nací, y la noche en que se dijo: "¡Un varón ha sido concebido!"
4 Sea aquel día tinieblas. Dios no pregunte por él desde arriba, ni resplandezca la claridad sobre él.
5 Reclámenlo para sí las tinieblas y la densa oscuridad; repose sobre él una nube, y cáusele terror el oscurecimiento del día.
6 Apodérese de aquella noche la oscuridad. No sea contada junto con los días del año ni aparezca en el cómputo de los meses.
7 ¡He aquí, sea aquella noche estéril; no penetren en ella los gritos de júbilo!
8 Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan a instigar al Leviatán.
9 Oscurézcanse sus estrellas matutinas. Espere la luz, pero no le llegue, ni vea los destellos de la aurora;
10 porque no cerró las puertas de la matriz, para esconder de mis ojos el sufrimiento.
11 »¿Por qué no morí en las entrañas, o expiré al salir del vientre?
12 ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Para qué los pechos que mamé?
13 Pues ahora yacería y estaría en quietud. Dormiría y tendría reposo
14 junto con los reyes y los consejeros de la tierra, que reedificaron ruinas para sí;
15 o con los príncipes que poseían el oro y que llenaban de plata sus casas.
16 ¡Oh! ¿Por qué no fui escondido como un abortivo, como las criaturas que nunca vieron la luz?
17 Allí los impíos dejan de perturbar; allí descansan los de agotadas fuerzas.
18 Los prisioneros están juntos en descanso y no escuchan la voz del capataz.
19 Tanto el pequeño como el grande están allí; y el esclavo, ya libre de su amo.
20 »¿Para qué darle luz al que sufre, y vida a los de alma amargada;
21 a los que esperan la muerte, y no llega, aunque la busquen más que a tesoros enterrados;
22 a los que se alegran ante el gozo y se regocijan cuando hallan el sepulcro;
23 al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado?
24 Porque antes de mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como el agua.
25 El miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido.
26 No tengo tranquilidad; no tengo quietud; no tengo sosiego; más bien, me viene la desesperación.

CAPITULO 4
Primera intervención de Elifaz

1 Entonces intervino Elifaz el temanita y dijo:
2 -Si alguien intentara hablarte, ¿te impacientarías? Pero, ¿quién podrá reprimir las palabras?
3 He aquí, tú instruías a muchos y afirmabas las manos debilitadas.
4 Tus palabras levantaban al que tropezaba; y fortalecías las rodillas que se doblaban.
5 Pero ahora te sucede a ti y te impacientas; ha llegado a ti, y te turbas.
6 ¿Acaso tu confianza no es tu devoción; y la integridad de tus caminos, tu esperanza?
7 »Recuerda, por favor, ¿quién ha perecido por ser inocente? ¿Dónde han sido destruidos los rectos?
8 Como he visto, los que aran iniquidad y siembran sufrimiento cosechan lo mismo.
9 Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su ira son consumidos.
10 El rugido del león, el gruñido del cachorro, y los dientes de los leoncillos son quebrantados.
11 El león perece por falta de presa, y los hijos de la leona se dispersan.
12 »Un mensaje me ha sido traído en secreto, y mi oído ha percibido un susurro de ello:
13 En medio de los inquietantes pensamientos de las visiones nocturnas, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres,
14 me sobrevinieron espanto y estremecimiento que aterraron todos mis huesos.
15 Entonces un fantasma pasó frente a mí, e hizo que se erizara el vello de mi cuerpo.
16 Se detuvo, pero yo no reconocí su semblante. Ante mis ojos había una imagen, y oí una voz apacible:
17 "¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más puro que su Hacedor?
18 Si Dios no se fía ni de sus siervos y aun en sus ángeles halla errores,
19 ¡cuánto más los que habitan en casas de barro, cuyos fundamentos están en el polvo, serán aplastados más pronto que la polilla!
20 De la mañana a la tarde son triturados; sin que nadie los considere, se pierden para siempre.
21 ¿Acaso no serán arrancadas las cuerdas de sus tiendas? En ellas mueren, pero sin sabiduría."

CAPITULO 5

1 »¡Clama, pues! ¿Habrá quien te responda?
¿A cuál de los santos acudirás?
2 Porque la angustia mata al necio, y el apasionamiento hace morir al simple. 
3 Yo he visto al necio que echaba raíces y al instante maldije su morada.
4 Sus hijos están lejos de toda salvación; en la puerta de la ciudad serán aplastados, y no habrá quien los libre.
5 Lo que ellos cosechen lo comerá el hambriento, y aun de las espinas lo tomará. Y los sedientos absorberán sus riquezas.
6 Ciertamente la aflicción no sale del polvo, ni el sufrimiento brota de la tierra.
7 Pero el hombre nace para el sufrimiento, así como las chispas vuelan hacia arriba.
8 »Pero yo, en cambio, apelaría a Dios y a la Divinidad confiaría mi causa.
9 El hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar.
10 El da la lluvia sobre la faz de la tierra y envía las aguas sobre la faz de los campos.
11 El pone en alto a los humillados, y los enlutados logran gran liberación.
12 El frustra los planes de los astutos, para que sus manos no logren su propósito.
13 El atrapa a los sabios en sus argucias, y el designio de los sagaces es trastornado.
14 De día se encuentran con las tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche.
15 El libra al desolado de la boca de ellos, y al pobre de la mano del fuerte.
16 Así habrá esperanza para el necesitado, y la perversidad cerrará su boca.
17 »¡He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios disciplina! No menosprecies la corrección del Todopoderoso.
18 Porque él hace doler, pero también venda; él golpea, pero sus manos sanan.
19 En seis tribulaciones te librará; y en siete no te tocará el mal.
20 En el hambre te redimirá de la muerte; y en la guerra, del poder de la espada.
21 Serás escondido del azote de la lengua, y no temerás cuando venga la destrucción.
22 De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás las fieras de la tierra.
23 Pues aun con las piedras del campo tendrás alianza, y los animales del campo tendrán paz contigo.
24 Sabrás que tu tienda está en paz; revisarás tu morada, y nada echarás de menos.
25 Sabrás que tu descendencia es mucha, que tu prole es como la hierba de la tierra.
26 Irás a la tumba lleno de vigor, cual gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.
27 Esto es lo que hemos investigado, y así es. Escúchalo tú y conócelo para tu bien.

CAPITULO 6
Job responde a Elifaz

1 Entonces respondió Job y dijo:
2 -¡Oh, si pudieran pesar mi angustia, y pusiesen igualmente mi ruina en la balanza!
3 Ciertamente ahora pesarían más que la arena de los mares. Por eso mis palabras han sido apresuradas;
4 porque las flechas del Todopoderoso están en mí, y mi espíritu bebe su veneno. Me combaten los terrores de parte de Dios.
5 »¿Acaso rebuzna el asno montés junto a la hierba? ¿Acaso muge el buey junto a su forraje?
6 ¿Se comerá lo insípido sin sal? ¿Habrá gusto en la baba de la malva?
7 Mi alma rehúsa tocarlos, pero ellos están como mi repugnante comida.
8 ¡Quién hiciera que se cumpliese mi petición, y que Dios me concediese mi anhelo;
9 que Dios se dignara aplastarme; que soltara su mano y acabara conmigo!
10 Aun esto sería mi consuelo, y saltaría de gozo en medio de mi dolor sin tregua: el que no he negado las palabras del Santo.
11 »¿Qué fuerza tengo para esperar aún? ¿Qué meta tengo para alargar mi vida?
12 ¿Acaso mi fuerza es como la fuerza de las piedras? ¿Acaso mi cuerpo es de bronce?
13 Ciertamente no tengo ayuda en mí mismo, y los recursos han sido alejados de mí.
14 »Un desesperado debe contar con la lealtad de su amigo, aunque abandone el temor del Todopoderoso.
15 Pero mis hermanos me han decepcionado como un torrente; han pasado como la corriente de los arroyos,
16 que son turbios por causa del deshielo, y en ellos desaparece la nieve.
17 En el tiempo del calor son silenciados, y al calentarse desaparecen de su lugar.
18 Las caravanas se apartan de su ruta; desaparecen en el vacío y perecen.
19 Las caravanas de Temán ponen su mira en ellos; en ellos esperan los viajeros de Saba.
20 Pero son confundidos por haber confiado; cuando llegan a ellos, quedan defraudados.
21 »Ciertamente, ahora habéis llegado a ser así; habéis visto el horror y tenéis miedo.
22 ¿Acaso yo os he dicho: "Traedme algo", o: "De vuestros recursos ofreced algo en mi favor",
23 o: "Libradme de la mano del enemigo", o: "Rescatadme de la mano de los violentos"?
24 Enseñádmelo, y yo me callaré; hacedme entender en qué he errado.
25 ¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero vosotros, ¿qué es lo que pretendéis reprender?
26 ¿Pensáis reprender las palabras y los dichos de un desesperado, como si fueran viento?
27 Vosotros seríais capaces de rifar a un huérfano y de especular sobre vuestro amigo.
28 Ahora pues, dignaos prestarme atención, pues ciertamente no mentiré ante vuestra cara.
29 Por favor, desistid, y que no haya iniquidad. Sí, desistid, pues está en juego mi reivindicación.
30 ¿Acaso hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso mi paladar no puede discernir las calamidades?

CAPITULO 7

1 »¿Acaso no es una milicia
lo que tiene el hombre en la tierra? ¿No son sus días como los días de un asalariado?
2 Como el esclavo que anhela la sombra, o como el asalariado que espera su paga,
3 así he tenido que heredar meses de futilidad, y me han sido asignadas noches de sufrimiento.
4 Si estoy acostado, digo: "¿Cuándo me levantaré?" Y por la noche me colmo de inquietudes hasta el alba.
5 Mi carne se ha vestido de gusanos y de costras de tierra; mi piel resquebrajada se deshace.
6 Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor y se acaban sin que haya esperanza.
7 »Acuérdate de que mi vida es un soplo; mis ojos no volverán a ver el bien.
8 El ojo del que me ve no me verá más. Tu ojo se fijará en mí, y yo ya no estaré.
9 Como la nube se deshace y se desvanece, así el que desciende al Seol no volverá a subir.
10 No volverá más a su casa, ni su lugar lo volverá a reconocer.
11 »Por tanto, yo no refrenaré mi boca. Hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Acaso soy yo el mar o el monstruo marino, para que me pongas bajo guardia?
13 Cuando digo: "Mi cama me consolará, mi lecho aliviará mis quejas",
14 entonces me aterras con sueños y me turbas con visiones.
15 Y así mi alma prefiere la asfixia y la muerte, antes que estos mis huesos.
16 ¡Me deshago! No he de vivir para siempre. ¡Déjame, pues mis días son vanidad!
17 »¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas y para que te preocupes de él;
18 para que lo visites cada mañana, y para que a cada instante lo pongas a prueba?
19 ¿Hasta cuándo no dejarás de observarme, ni me soltarás para que siquiera trague mi saliva?
20 Si he pecado, ¿qué daño te hago a ti, oh Vigilante de los hombres? ¿Por qué me pones como tu blanco, y que yo sea una carga para mí mismo?
21 ¿O por qué no perdonas mi rebelión y quitas mi iniquidad? Pues ahora yaceré en el polvo, y si con diligencia me buscas, ya no estaré.

CAPITULO 8
Primera intervención de Bildad

1
Entonces intervino Bildad el sujita y dijo:
2 -¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y las palabras de tu boca serán viento impetuoso?
3 ¿Acaso pervertirá Dios el derecho? ¿El Todopoderoso pervertirá la justicia?
4 Si tus hijos pecaron contra él, él los entregó en mano de su transgresión.
5 Si con diligencia buscaras a Dios e imploraras la gracia del Todopoderoso,
6 si fueras limpio y recto, ciertamente ahora él velaría por ti y te restauraría la morada que en justicia mereces.
7 Aunque tu comienzo haya sido insignificante, tu porvenir se engrandecerá en gran manera.
8 »Pues indaga, por favor, en las generaciones del pasado; investiga lo que sus padres han descubierto.
9 Pues nosotros somos tan sólo de ayer y nada sabemos; nuestros días sobre la tierra son una sombra.
10 ¿No te enseñarán ellos y te hablarán, y de su corazón sacarán palabras?
11 »¿Crece el papiro donde no hay pantano? ¿Crece el junco sin agua?
12 Y estando aún en su tallo, sin ser cortado, se seca antes que toda hierba.
13 Así son las sendas de todos los que se olvidan de Dios, y la esperanza del impío perecerá.
14 El objeto de su confianza es como tul de verano y aquello en que confía es como tela de araña:
15 Si se apoya sobre su tela, no le sostendrá; si se agarra de ella, no le resistirá.
16 »Así es él: Lleno de savia delante del sol, sus retoños sobresalen del huerto.
17 Sus raíces se entretejen sobre un montón de piedras, y vive entre los pedregales.
18 Si alguien intenta arrancarlo de su lugar, éste le niega diciendo: "¡Nunca te he visto!"
19 »He aquí, así es el gozo de su camino, y otros brotarán del polvo.
20 He aquí, Dios no rechaza al íntegro ni sostiene la mano de los malhechores.
21 Aún llenará tu boca de risa, y tus labios con grito de júbilo.
22 Los que te aborrecen se vestirán de vergüenza, y la morada de los impíos desaparecerá.

CAPITULO 9
Job responde a Bildad

1
 Entonces respondió Job y dijo: 
2 -Ciertamente yo sé que es así. ¿Y cómo se ha de justificar un hombre ante Dios?
3 Si uno quisiera contender con él, no le podría responder una cosa entre mil.
4 El es sabio de corazón y poderoso en fuerza. ¿Quién se ha endurecido contra él y ha quedado ileso?
5 El arranca las montañas de su lugar, y ellas no saben que en su furor las trastorna.
6 El sacude la tierra de su lugar y estremece sus columnas.
7 El manda al sol, y éste no brilla; y pone un sello a las estrellas.
8 Por sí solo extiende los cielos y camina sobre las ondas del mar.
9 El hizo la Osa Mayor, el Orión, las Pléyades y las constelaciones del sur.
10 El hace cosas tan grandes que son inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar.
11 Si él cruza junto a mí, yo no le veo; él pasa sin que yo lo comprenda.
12 Si él arrebata, ¿quién lo hará desistir? ¿Quién le dirá: "¿Qué haces?"
13 Dios no detendrá su ira; bajo él se postran los que ayudan a Rahab.
14 »¿Cómo, pues, podré responderle? ¿Podré yo escoger mis palabras para con él?
15 Aun siendo justo, no podría responder; más bien, pediría clemencia en mi causa.
16 Si yo le invocara y él me respondiese, yo no podría creer que escuchara mi voz.
17 Porque me aplasta con tormenta, y aumenta mis heridas sin causa.
18 No me deja cobrar aliento, sino que me colma de amarguras.
19 Si se trata de fuerzas, ¡he aquí que es poderoso! Si se trata de juicio, ¿quién le convocará?
20 Si me declaro justo, mi boca me condena; si íntegro, él me declara culpable.
21 ¿Soy íntegro? Ni yo mismo me conozco. ¡Desprecio mi vida!
22 Da lo mismo, por lo cual digo: "Al íntegro y al impío, él los consume.
23 Si el azote mata de repente, él se ríe de la desesperación de los inocentes.
24 La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él, entonces, ¿quién es?
25 Mis días son más veloces que un corredor; huyen sin lograr ver el bien.
26 Pasan como embarcaciones de junco, como un águila que se lanza sobre su comida."
27 »Si digo: "Olvidaré mi queja; cambiaré mi semblante y estaré alegre",
28 entonces me turban todos mis dolores; sé que no me tendrás por inocente.
29 Yo he sido declarado culpable; entonces, ¿para qué fatigarme en vano?
30 Aunque me bañe con jabón y limpie mis manos con lejía,
31 aun así me hundirás en el hoyo, y me abominarán mis vestiduras.
32 »Porque él no es hombre como yo para que le responda, y para que juntos vengamos a juicio.
33 No hay entre nosotros un árbitro que ponga su mano sobre ambos.
34 ¡Que quite de sobre mí su vara, y que no me espante su terror!
35 Entonces yo hablaré y no le temeré; de otro modo, yo no soy dueño de mí mismo.

 
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