Mateo 19-25

CAPITULO 19
Una pregunta acerca del divorcio 

1-
Aconteció que, cuando Jesús acabó estas palabras, partió de Galilea y fue a las fronteras de Judea, al otro lado del Jordán. 
2 Grandes multitudes le siguieron, y los sanó allí.
3 Entonces los fariseos se acercaron a él para probarle, diciendo: -¿Le es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier razón?
4 El respondió y dijo: -¿No habéis leído que el que los creó en el principio, los hizo varón y mujer? 5 Y dijo: "Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne."
6 Así que ya no son más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.
7 Le dijeron: -¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y despedirla?
8 Les dijo: -Ante vuestra dureza de corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero desde el principio no fue así.
9 Y os digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio.
10 Le dijeron sus discípulos: -Si así es el caso del hombre con su mujer, no conviene casarse.
11 Entonces él les dijo: -No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a quienes les está concedido. 
12 Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de la madre, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede aceptar esto, que lo acepte.

Jesús bendice a los niños

13
Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase. Pero los discípulos los reprendieron.
14 Entonces Jesús les dijo: -Dejad a los niños y no les impidáis venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos.
15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.

Jesús y el joven rico

16
He aquí vino uno a él y le dijo:
-Maestro, ¿qué cosa buena haré para tener la vida eterna?
17 El le dijo: -¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Le dijo: -¿Cuáles? Jesús respondió: -No cometerás homicidio, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio,
19 honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20 El joven le dijo: -Todo esto he guardado. ¿Qué más me falta?
21 Le dijo Jesús: -Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme.
22 Pero cuando el joven oyó la palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

El peligro de las riquezas

23
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: -De cierto os digo, que difícilmente entrará el rico en el reino de los cielos.
24 Otra vez os digo que le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
25 Cuando los discípulos lo oyeron, se asombraron en gran manera diciendo: -Entonces, ¿quién podrá ser salvo?
26 Jesús los miró y les dijo: -Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.
27 Entonces respondió Pedro y le dijo: -He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para nosotros?
28 Jesús les dijo: -De cierto os digo que en el tiempo de la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y todo aquel que deja casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o campos por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
30 Pero muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.

CAPITULO 20
Parábola de los obreros de la viña

1 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de un campo, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña.
2 Habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 
3 Salió también como a la tercera hora y vio que otros estaban en la plaza desocupados,
4 y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo." Y ellos fueron.
5 Salió otra vez como a la sexta hora y a la novena hora, e hizo lo mismo.
6 También alrededor de la undécima hora salió y halló que otros estaban allí, y les dijo: "¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?"
7 Le dijeron: "Porque nadie nos ha contratado." Les dijo: "Id también vosotros a la viña."
8 Al llegar la noche, dijo el señor de la viña a su mayordomo: "Llama a los obreros y págales el jornal. Comienza desde los últimos hasta los primeros."
9 Entonces vinieron los que habían ido cerca de la undécima hora y recibieron cada uno un denario.
10 Y cuando vinieron, los primeros pensaron que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno.
11 Al recibirlo, murmuraban contra el dueño del campo,
12 diciendo: "Estos últimos trabajaron una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día."
13 Pero él respondió y dijo a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario?
14 Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti.
15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?"
16 Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos.

Jesús anuncia su muerte y victoria

17
Mientras Jesús subía a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte y les dijo en el camino:
18 -He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte.
19 Le entregarán a los gentiles para que se burlen de él, le azoten y le crucifiquen; pero al tercer día resucitará.

Pedido de la madre de Jacobo y Juan

20
Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. 
21 El le dijo: -¿Qué deseas? Ella le dijo: -Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22 Entonces respondiendo Jesús dijo: -No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo he de beber? Ellos le dijeron: -Podemos.
23 Les dijo: -A la verdad, beberéis de mi copa; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes lo ha preparado mi Padre.
24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.
25 Entonces Jesús los llamó y les dijo: -Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos.
26 Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros será vuestro servidor;
27 y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo.
28 De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.

Jesús sana a dos ciegos en Jericó

29
Saliendo ellos de Jericó, le siguió una gran multitud.
30 Y he aquí dos ciegos estaban sentados junto al camino, y cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: -¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
31 La gente les reprendía para que se callasen, pero ellos gritaron aun más fuerte diciendo: -¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
32 Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: -¿Qué queréis que os haga?
33 Le dijeron: -Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Entonces Jesús, conmovido dentro de sí, les tocó los ojos; y de inmediato recobraron la vista y le siguieron.

CAPITULO 21
La entrada triunfal en Jerusalén

1- Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,
2 diciéndoles: -Id a la aldea que está frente a vosotros, y en seguida hallaréis una asna atada, y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos.
3 Si alguien os dice algo, decidle: "El Señor los necesita, y luego los enviará."
4 Todo esto aconteció para cumplir lo dicho por el profeta, cuando dijo:
5 Decid a la hija de Sion: "He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna y sobre un borriquillo, hijo de bestia de carga." 
6 Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó.
7 Trajeron el asna y el borriquillo y pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima de ellos.
8 La mayor parte de la multitud tendió sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. 9 Las multitudes que iban delante de él y las que le seguían aclamaban diciendo:
-¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
10 Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo: -¿Quién es éste?
11 Y las multitudes decían: -Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

Jesús purifica el templo

12
Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,
13 y les dijo: -Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

Los niños aclaman a Jesús

14
Entonces ciegos y cojos vinieron a él en el templo, y él los sanó.
15 Pero los principales sacerdotes y los escribas se indignaron cuando vieron las maravillas que él hizo, y a los muchachos que le aclamaban en el templo diciendo: -¡Hosanna al Hijo de David!16 Y le dijeron: -¿Oyes lo que dicen éstos?Jesús les dijo: -Sí. ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman preparaste la alabanza?
17 Los dejó y salió fuera de la ciudad a Betania, y se alojó allí.

Jesús y la higuera sin fruto

18 Volviendo a la ciudad por la mañana, él tuvo hambre.
19 Al ver una higuera en el camino, fue a ella; pero no encontró nada en ella sino sólo hojas, y le dijo: -Nunca jamás brote fruto de ti. Pronto se secó la higuera,
20 y los discípulos, al verlo, se maravillaron diciendo:-¿Cómo se secó tan pronto la higuera?21 Jesús respondió y les dijo: -De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si decís a este monte: "Quítate y arrójate al mar", así será.
22 Todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.

La autoridad de Jesús

23
El llegó al templo, y mientras estaba enseñando, se acercaron a él los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le decían: -¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?
24 Entonces respondió Jesús y les dijo: -Yo también os haré una pregunta; y si me respondéis, yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas.
25 ¿De dónde era el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres? Entonces ellos razonaban entre sí, diciendo: -Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?" 26 Y si decimos "de los hombres . . . ", tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Respondieron a Jesús y dijeron: -No sabemos. Y él les dijo: -Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Parábola de los dos hijos

28
¿Pero, qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, vé hoy a trabajar en la viña."
29 El contestó y dijo: "No quiero." Pero después, cambió de parecer y fue.
30 Al acercarse al otro, le dijo lo mismo; y él respondió diciendo: "¡Sí, señor, yo voy!" Y no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?Ellos dijeron: -El primero. Y Jesús les dijo: -De cierto os digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de vosotros en el reino de Dios.
32 Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aunque vosotros lo visteis, después no cambiasteis de parecer para creerle.

Parábola de los labradores malvados

33
Oíd otra parábola: Había un hombre, dueño de un campo, quien plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos. 34 Pero cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.
35 Y los labradores, tomando a sus siervos, a uno hirieron, a otro mataron y a otro apedrearon.
36 El envió de nuevo otros siervos, en mayor número que los primeros, y les hicieron lo mismo.
37 Por último, les envió a su hijo, diciendo: "Tendrán respeto a mi hijo."
38 Pero al ver al hijo, los labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Venid, matémosle y tomemos posesión de su herencia."
39 Le prendieron, le echaron fuera de la viña y le mataron.
40 Ahora bien, cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
41 Le dijeron: -A los malvados los destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, quienes le pagarán el fruto a su tiempo.
42 Jesús les dijo: -¿Nunca habéis leído en las Escrituras? La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo. De parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos.
43 Por esta razón os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a un pueblo que producirá los frutos del reino.
44 El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga.
45 Al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que él hablaba de ellos. 
46Pero buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenía por profeta.

CAPITULO 22
Parábola del banquete de bodas

1 Jesús respondió y les volvió a hablar en parábolas diciendo:
2 El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas para su hijo.
3 Envió a sus siervos para llamar a los que habían sido invitados a las bodas, pero no querían venir.
4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: "Decid a los invitados: ’He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido matados, y todo está preparado. Venid a las bodas.’ "
5 Pero ellos no le hicieron caso y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
6 y los otros tomaron a sus siervos, los afrentaron y los mataron.
7 El rey se enojó, y enviando sus tropas mató a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad.
8 Entonces dijo a sus siervos: "El banquete, a la verdad, está preparado, pero los invitados no eran dignos.
9 Id, pues, a las encrucijadas de los caminos y llamad al banquete de bodas a cuantos halléis." 10 Aquellos siervos salieron por los caminos y reunieron a todos los que hallaron, tanto buenos como malos; y el banquete de bodas estuvo lleno de convidados.
11 Pero cuando entró el rey para ver a los convidados y vio allí a un hombre que no llevaba ropa de bodas,
12 le dijo: "Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin llevar ropa de bodas?" Pero él quedó mudo.
13 Entonces el rey dijo a los que servían: "Atadle los pies y las manos y echadle en las tinieblas de afuera." Allí habrá llanto y crujir de dientes;
14 porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

Pregunta sobre el tributo al César

15
Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo podrían enredarle en alguna palabra.
16 Después enviaron a él discípulos de ellos, junto con los herodianos, diciendo: -Maestro, sabemos que eres hombre de verdad, que enseñas el camino de Dios con verdad y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres.
17 Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo al César, o no?
18 Pero Jesús, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: -¿Por qué me probáis, hipócritas?
19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario.
20 Entonces él les dijo: -¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
21 Le dijeron: -Del César. Entonces él les dijo: -Por tanto, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. 
22 Al oír esto, se maravillaron; y dejándole, se fueron.

Pregunta acerca de la resurrección

23
Aquel día se le acercaron unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo:
24 -Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin tener hijos, su hermano se casará con su mujer y levantará descendencia a su hermano. 
25 Había, pues, siete hermanos entre nosotros. El primero tomó mujer y murió, y como no tenía descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26 De la misma manera sucedió también con el segundo y el tercero, hasta los siete.
27 Después de todos, murió también la mujer.
28 En la resurrección, puesto que todos la tuvieron, ¿de cuál de los siete será mujer?
29 Entonces respondió Jesús y les dijo: -Erráis porque no conocéis las Escrituras, ni tampoco el poder de Dios;
30 porque en la resurrección no se casan ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles que están en el cielo.
31 Y acerca de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios?
32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
33 Al oír esto, las multitudes estaban atónitas de su doctrina.

El gran mandamiento

34
Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron de común acuerdo. 
35 Uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para probarle:
36 -Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
37 Jesús le dijo: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento. 39 Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.

Jesús, hijo y Señor de David

41
Habiéndose reunido los fariseos, Jesús les preguntó
42 diciendo: -¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: -De David.
43 El les dijo: -Entonces, ¿cómo es que David, mediante el Espíritu, le llama Señor? Pues dice:
44 Dijo el Señor a mi Señor:"Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies."
45 Pues, si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?
46 Nadie le podía responder palabra, ni nadie se atrevió desde aquel día a preguntarle más.

CAPITULO 23
Jesús denuncia a escribas y fariseos

1 Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos, 
2 diciendo: "Los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés.
3 Así que, todo lo que os digan hacedlo y guardadlo; pero no hagáis según sus obras, porque ellos dicen y no hacen.
4 Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no las quieren mover ni aun con el dedo.
5 Más bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Ellos ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de sus mantos.
6 Aman los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas,
7 las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí.
8 "Pero vosotros, no seáis llamados Rabí; porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos.
9 Y no llaméis a nadie vuestro Padre en la tierra, porque vuestro Padre que está en los cielos es uno solo.
10 Ni os llaméis Guía, porque vuestro Guía es uno solo, el Cristo.
11 Pero el que es mayor entre vosotros será vuestro siervo;
12 porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
13 "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres. Pues vosotros no entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.
14 , 15 "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito; y cuando lo lográis, le hacéis un hijo del infierno dos veces más que vosotros.
16 "¡Ay de vosotros, guías ciegos! Pues decís: ’Si uno jura por el santuario, no significa nada; pero si jura por el oro del santuario, queda bajo obligación.’
17 ¡Necios y ciegos! ¿Cuál es más importante: el oro o el santuario que santifica al oro?
18 O decís: ’Si uno jura por el altar, no significa nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre el altar, queda bajo obligación.’
19 ¡Ciegos! ¿Cuál es más importante: la ofrenda o el altar que santifica a la ofrenda?
20 Por tanto, el que jura por el altar, jura por el altar y por todo lo que está sobre él.
21 Y el que jura por el santuario, jura por el santuario y por aquel que habita en él.
22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado sobre él.
23 "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque entregáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino; pero habéis omitido lo más importante de la ley, a saber, el juicio, la misericordia y la fe. Era necesario hacer estas cosas sin omitir aquéllas.
24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito pero tragáis el camello!
25 "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de afuera del vaso o del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno.
26 ¡Fariseo ciego! ¡Limpia primero el interior del vaso para que también el exterior se haga limpio!
27 "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados que, a la verdad, se muestran hermosos por fuera; pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda impureza. 28 Así también vosotros, a la verdad, por fuera os mostráis justos a los hombres; pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
29 "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos,
30 y decís: ’Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.’
31 Así dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
32 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!
33 "¡Serpientes! ¡Generación de víboras! ¿Cómo os escaparéis de la condenación del infierno?
34 Por tanto, mirad; yo os envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad,
35 de manera que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.
36 De cierto os digo, que todo esto recaerá sobre esta generación.

Lamento de Jesús sobre Jerusalén

37
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
38 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta,
39 porque os digo que desde ahora no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!"

CAPITULO 24
La inminente destrucción del templo

1 Cuando Jesús salió y se iba del templo, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. 
2 Y él respondiendo les dijo: -¿No veis todo esto? De cierto os digo que aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

Señales que anticipan el fin

3
Estando él sentado en el monte de los Olivos, sus discípulos se acercaron a él aparte, y le dijeron: -Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo?
4 Respondió Jesús y les dijo: -Mirad que nadie os engañe; 
5 porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a muchos.
6 Oiréis de guerras y de rumores de guerras. Mirad que no os turbéis, porque es necesario que esto acontezca; pero todavía no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá hambre y terremotos por todas partes.
8 Pues todas estas cosas son principio de dolores.
9 Entonces os entregarán a tribulación y os matarán, y seréis aborrecidos por todas las naciones por causa de mi nombre.
10 Entonces muchos tropezarán; y se traicionarán unos a otros, y se aborrecerán unos a otros.
11 Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos;
12 y por haberse multiplicado la maldad, se enfriará el amor de muchos.
13 Pero el que persevere hasta el fin será salvo.
14 Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo para testimonio a todas las razas, y luego vendrá el fin.

La abominación desoladora

15
Por tanto, cuando veáis establecida en el lugar santo la abominación desoladora, de la cual habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),
16 entonces los que estén en Judea huyan a los montes.
17 El que esté en la azotea no descienda para sacar algo de su casa,
18 y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su manto.
19 ¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que críen en aquellos días! 
20 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado;
21 porque entonces habrá gran tribulación como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá jamás.
22 Si aquellos días no fuesen acortados, no se salvaría nadie; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.

Falsos cristos y falsos profetas.

23
Entonces, si alguien os dice: "Mirad, aquí está el Cristo", o "Está acá", no le creáis.
24 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán, de ser posible, aun a los escogidos.
25 ¡Mirad! Os lo he dicho de antemano.
26 Así que, si os dicen: "Mirad, está en el desierto", no salgáis; o "Mirad, está en las habitaciones interiores", no lo creáis.
27 Porque así como el relámpago sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre.
28 Porque donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.

La venida del Hijo del Hombre

29
Pero inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos. 30 Entonces se manifestará la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y en ese tiempo harán duelo todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.
31 El enviará a sus ángeles con un gran sonar de trompeta, y ellos reunirán a los escogidos de él de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
32 De la higuera aprended la analogía: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. 
33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
34 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
36 Pero acerca de aquel día y hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles de los cielos, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre. 
37 Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
38 Pues como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
40 En aquel entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
41 Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra dejada.
42 Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor.
43 Pero sabed esto: Si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón, habría velado y no habría dejado que forzaran la entrada a su casa.
44 Por tanto, estad preparados también vosotros, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del Hombre.

Parábola de los mayordomos

45
¿Quién, pues, es el siervo fiel y prudente, a quien su señor le puso sobre los criados de su casa, para que les diera alimentos a su debido tiempo? 
46 Bienaventurado será aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le encuentre haciéndolo así.
47 De cierto os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
48 Pero si aquel siervo malvado dice en su corazón: "Mi señor tarda"; 
49 y si comienza a golpear a sus consiervos, y si come y bebe con los borrachos,
50 el señor de aquel siervo vendrá en el día que no espera y a la hora que no sabe,
51 y le castigará duramente y le asignará lugar con los hipócritas. Allí habrá llanto y crujir de dientes. 

CAPITULO 25
Parábola de las diez vírgenes

1 Entonces, el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio.
2 Cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes.
3 Cuando las insensatas tomaron sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
4 pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
5 Y como tardaba el novio, todas cabecearon y se quedaron dormidas.
6 A la media noche se oyó gritar: "¡He aquí el novio! ¡Salid a recibirle!"
7 Entonces, todas aquellas vírgenes se levantaron y alistaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan."
9 Pero las prudentes respondieron diciendo: "No, no sea que nos falte a nosotras y a vosotras; id, más bien, a los vendedores y comprad para vosotras mismas."
10 Mientras ellas iban para comprar, llegó el novio; y las preparadas entraron con él a la boda, y se cerró la puerta.
11 Después vinieron también las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!"
12 Pero él respondiendo dijo: "De cierto os digo que no os conozco."
13 Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.

Parábola de los talentos

14
Porque el reino de los cielos será semejante a un hombre que al emprender un viaje largo, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 
15 A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro, uno. A cada uno dio conforme a su capacidad y se fue lejos. 
16 Inmediatamente, el que había recibido cinco talentos se fue, negoció con ellos y ganó otros cinco talentos.
17 De la misma manera, el que había recibido dos ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. 
20 Cuando se presentó el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos y dijo: "Señor, me entregaste cinco talentos; he aquí he ganado otros cinco talentos." 
21 Su señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor." 
22 Y cuando se presentó el que había recibido dos talentos, dijo: "Señor, me entregaste dos talentos; he aquí he ganado otros dos talentos." 23 Su señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor." 
24 Pero cuando se presentó el que había recibido un talento, dijo: "Señor, yo te conozco que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. 
25 Y como tuve miedo, fui y escondí tu talento en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo." 
26 Su señor respondió y le dijo: "¡Siervo malo y perezoso! ¿Sabías que cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí? 
27 Por lo tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, habría recibido lo que es mío con los intereses. 
28 Por tanto, quitadle el talento y dadlo al que tiene diez talentos. 
29 Porque a todo el que tiene le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 
30 Al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera." Allí habrá llanto y crujir de dientes.

El juicio de las naciones

31
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; 
32 y todas las naciones serán reunidas delante de él. El separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos; 
33 y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis;
36 estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí." 37 Entonces los justos le responderán diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?"
40 Y respondiendo el Rey les dirá: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis."
41 Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me recibisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."
44 Entonces le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?"
45 Entonces les responderá diciendo: "De cierto os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco lo hicisteis a mí." 
46 Entonces irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna.

 
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