Hechos 15-21

CAPITULO 15
El problema con los judaizantes
 

1 Entonces algunos que vinieron de Judea enseñaban a los hermanos: "Si no os circuncidáis de acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos."
2 Puesto que surgió una contienda y discusión no pequeña por parte de Pablo y Bernabé contra ellos, los hermanos determinaron que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y ancianos para tratar esta cuestión. 
3 Entonces los que habían sido enviados por la iglesia pasaban por Fenicia y Samaria, contando de la conversión de los gentiles; y daban gran gozo a todos los hermanos.

Las deliberaciones en Jerusalén 

4
Una vez llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y por los apóstoles, y les refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
5 Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído se levantaron diciendo:
-Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés. 
6 Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto.
7 Como se produjo una grande contienda, se levantó Pedro y les dijo:
-Hermanos, vosotros sabéis como, desde los primeros días, Dios escogió entre vosotros que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.
8 Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos al darles el Espíritu Santo igual que a nosotros,
9 y no hizo ninguna diferencia entre nosotros y ellos, ya que purificó por la fe sus corazones.
10 Ahora pues, ¿por qué ponéis a prueba a Dios, colocando sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
11 Más bien, nosotros creemos que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos. 
12 Entonces toda la asamblea guardó silencio. Y escuchaban a Bernabé y a Pablo, mientras contaban cuántas señales y maravillas Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
13 Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió diciendo:
-Hermanos, oídme:
14 Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un pueblo para su nombre.
15 Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
16 "Después de esto volveré y reconstruiré el tabernáculo de David, que está caído. Reconstruiré sus ruinas y lo volveré a levantar,
17 para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre," 18 dice el Señor que hace estas cosas, que son conocidas desde la eternidad.
19 Por lo cual yo juzgo que no hay que inquietar a los gentiles que se convierten a Dios,
20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre.
21 Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes le prediquen en las sinagogas, donde es leído cada sábado.

La carta a los creyentes gentiles 

22
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos con toda la iglesia que enviaran a unos hombres elegidos de entre ellos, a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, quienes eran hombres prominentes entre los hermanos.
23 Por medio de ellos escribieron:
Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos gentiles que están en Antioquía, Siria y Cilicia. Saludos. 
24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos instrucciones, os han molestado con palabras, trastornando vuestras almas,
25 de común acuerdo nos ha parecido bien elegir unos hombres y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
26 hombres que han arriesgado sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27 Así que hemos enviado a Judas y a Silas, los cuales también os confirmarán de palabra el mismo informe. 
28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
29 que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, haréis bien. Que os vaya bien. 
30 Entonces, una vez despedidos, ellos descendieron a Antioquía; y cuando habían reunido a la asamblea, entregaron la carta.
31 Al leerla, se regocijaron a causa de esta palabra alentadora.
32 Judas y Silas, como también eran profetas, exhortaron a los hermanos con abundancia de palabras y los fortalecieron.
33 Después de pasar allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado.
35 Pero Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con muchos otros.

Comienzo del segundo viaje misionero 

36
Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: "Volvamos ya a visitar a los hermanos en todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están." 
37 Bernabé quería llevar consigo a Juan, llamado Marcos;
38 pero a Pablo le parecía bien no llevar consigo a quien se había apartado de ellos desde Panfilia y que no había ido con ellos a la obra.
39 Surgió tal desacuerdo entre ellos que se separaron el uno del otro. Bernabé tomó a Marcos y navegó a Chipre;
40 y Pablo escogió a Silas y salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor.
41 Luego recorría Siria y Cilicia, fortaleciendo a las iglesias. 

CAPITULO 16
Timoteo acompaña a Pablo 

1 Llegó a Derbe y Listra, y he aquí había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.
2 El era de buen testimonio entre los hermanos en Listra y en Iconio.
3 Pablo quiso que éste fuera con él, y tomándole lo circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego. 
4 Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban las decisiones tomadas por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las observaran.
5 Así las iglesias eran fortalecidas en la fe, y su número aumentaba cada día.

Pablo pasa a Macedonia 

6
Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.
7 Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.
8 Entonces, después de pasar junto a Misia, descendieron a Troas.
9 Y por la noche se le mostró a Pablo una visión en la que un hombre de Macedonia estaba de pie rogándole y diciendo: "¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!" 
10 En cuanto vio la visión, de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio.
11 Zarpamos, pues, de Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis;
12 y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia. Pasamos algunos días en aquella ciudad.

La conversión de Lidia 

13
Y el día sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos allí y hablábamos a las mujeres que se habían reunido.
14 Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios.
15 Como ella y su familia fueron bautizadas, nos rogó diciendo: "Ya que habéis juzgado que soy fiel al Señor, entrad en mi casa y quedaos." Y nos obligó a hacerlo.

Pablo y Silas en la cárcel de Filipos 

16
Aconteció que, mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual producía gran ganancia a sus amos, adivinando.
17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo:
-¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación! 
18 Hacía esto por muchos días. Y Pablo, ya fastidiado, se dio vuelta y dijo al espíritu: -¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella! Y salió en el mismo momento. 
19 Pero cuando sus amos vieron que se les había esfumado su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades.
20 Al presentarlos ante los magistrados, dijeron:
-¡Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad!
21 ¡Predican costumbres que no nos es lícito recibir ni practicar, pues somos romanos! 
22 Entonces el pueblo se levantó a una contra ellos. Y los magistrados les despojaron de sus ropas con violencia y mandaron azotarles con varas.
23 Después de golpearles con muchos azotes, los echaron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los guardara con mucha seguridad.
24 Cuando éste recibió semejante orden, los metió en el calabozo de más adentro y sujetó sus pies en el cepo.

Conversión del carcelero de Filipos 

25
Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban.
26 Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron.
27 Cuando el carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado.
28 Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo:
-¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí! 
29 Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se postró temblando ante Pablo y Silas.
30 Sacándolos afuera, les dijo:
-Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 
31 Ellos dijeron: -Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa. 
32 Y le hablaron la palabra del Señor a él, y a todos los que estaban en su casa.
33 En aquella hora de la noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue bautizado en seguida, con todos los suyos.
34 Les hizo entrar en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios. 
35 Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los oficiales a decirle: -Suelta a esos hombres. 
36 El carcelero comunicó a Pablo estas palabras: -Los magistrados han enviado orden de que seáis puestos en libertad; ahora, pues, salid e id en paz. 
37 Pero Pablo les dijo: -Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos echan fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos! 
38 Los oficiales informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos.
39 Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad.
40 Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron y luego partieron. 

CAPITULO 17
Pablo y Silas en Tesalónica 

1 Atravesaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.
2 Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras,
3 explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos. El decía: "Este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo."
4 Y algunos de ellos se convencieron y se juntaron con Pablo y Silas: un gran número de los griegos piadosos y no pocas de las mujeres principales. 
5 Entonces los judíos se pusieron celosos y tomaron de la calle a algunos hombres perversos, y formando una turba alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
6 Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: "¡Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá!
7 Y Jasón les ha recibido. Todos éstos actúan en contra de los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús."
8 El pueblo y los gobernadores se perturbaron al oír estas cosas;
9 pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.

Pablo y Silas en Berea 

10
Entonces, sin demora, los hermanos enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea; y al llegar ellos allí, entraron a la sinagoga de los judíos.
11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar si estas cosas eran así.
12 En consecuencia, creyeron muchos de ellos; y también de las mujeres griegas distinguidas y de los hombres, no pocos.
13 Pero cuando supieron los judíos de Tesalónica que la palabra de Dios era anunciada por Pablo también en Berea, fueron allá para incitar y perturbar a las multitudes.
14 Entonces los hermanos hicieron salir inmediatamente a Pablo para que se fuese hasta el mar, mientras Silas y Timoteo se quedaron allí.
15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes para Silas y Timoteo de que fuesen a reunirse con él lo más pronto posible, partieron de regreso.

Discurso de Pablo en Atenas 

16
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría.
17 Por lo tanto, discutía en la sinagoga con los judíos y los piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los que concurrían allí. 
18 Y algunos de los filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él. Unos decían: -¿Qué querrá decir este palabrero? Otros decían: -Parece ser predicador de divinidades extranjeras. Pues les anunciaba las buenas nuevas de Jesús y la resurrección. 
19 Ellos le tomaron y le llevaron al Areópago diciendo: -¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas?
20 Pues traes a nuestros oídos algunas cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significa esto. 
21 Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la última novedad. 
22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo: -Hombres de Atenas: Observo que sois de lo más religiosos en todas las cosas.
23 Pues, mientras pasaba y miraba vuestros monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que vosotros honráis sin conocerle, a éste yo os anuncio.
24 Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos,
25 ni es servido por manos humanas como si necesitase algo, porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
26 De uno solo ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. El ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de su habitación,
27 para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palpasen y le hallasen. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros;
28 porque "en él vivimos, nos movemos y somos". Como también han dicho algunos de vuestros poetas: "Porque también somos linaje de él." 
29 »Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres.
30 Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan;
31 por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos. 
32 Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros decían: -Te oiremos acerca de esto en otra ocasión. 
33 Así fue que Pablo salió de en medio de ellos,
34 pero algunos hombres se juntaron con él y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, quien era miembro del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

CAPITULO 18
Pablo en Corinto 

1 Después de esto, Pablo partió de Atenas y fue a Corinto.
2 Y habiendo hallado a un judío llamado Aquilas, natural de Ponto, recién llegado de Italia con Priscila su mujer (porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma), Pablo acudió a ellos.
3 Como eran del mismo oficio, permaneció con ellos y trabajaba, pues su oficio era hacer tiendas.
4 Y discutía en la sinagoga todos los sábados y persuadía a judíos y a griegos. 
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicaba exclusivamente a la exposición de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo.
6 Pero como ellos le contradecían y blasfemaban, sacudió sus vestidos y les dijo: "¡Vuestra sangre sea sobre vuestra cabeza! ¡Yo soy limpio! De aquí en adelante iré a los gentiles." 
7 Se trasladó de allí y entró en la casa de un hombre llamado Tito Justo, quien era temeroso de Dios, y cuya casa estaba junto a la sinagoga.
8 Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos de los corintios que oían, creían y eran bautizados.
9 Entonces el Señor dijo a Pablo de noche, por medio de una visión: "No temas, sino habla y no calles;
10 porque yo estoy contigo, y nadie pondrá la mano sobre ti para hacerte mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad."
11 Pablo se quedó allí por un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios. 
12 Siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos de común acuerdo se levantaron contra Pablo y le llevaron al tribunal,
13 diciendo:
-¡Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley! 
14 Cuando Pablo iba a abrir su boca, Galión dijo a los judíos: -Si se tratara de algún agravio o de un crimen enorme, oh judíos, conforme al derecho yo os toleraría.
15 Pero ya que se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros mismos. Yo no quiero ser juez de estas cosas. 
16 Y los expulsó del tribunal.
17 Entonces todos tomaron a Sóstenes, el principal de la sinagoga, y le golpeaban delante del tribunal, y a Galión ninguna de estas cosas le importaba.

Pablo regresa a Antioquía de Siria 

18
Pero Pablo, habiéndose detenido allí muchos días más, se despidió de los hermanos, e iba navegando hacia Siria; y con él iban Priscila y Aquilas. En Cencrea se rapó la cabeza, porque había hecho un voto. 
19 Llegaron a Efeso, y él los dejó allí. Y entró en la sinagoga y discutía con los judíos.
20 Pero a pesar de que ellos le pedían que se quedase por más tiempo, no accedió,
21 sino que se despidió y dijo: "Otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere." Y zarpó de Efeso. 
22 Habiendo arribado a Cesarea, y después de subir y saludar a la iglesia, descendió a Antioquía. 
23 Y después de haber estado allí algún tiempo, salió a recorrer en orden la región de Galacia y Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.

Apolos se une a los cristianos 

24
Llegó entonces a Efeso cierto judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras.
25 Este había sido instruido en el Camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas acerca de Jesús, aunque conocía solamente el bautismo de Juan.
26 Comenzó a predicar con valentía en la sinagoga, y cuando Priscila y Aquilas le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron con mayor exactitud el Camino de Dios. 
27 Como él quería viajar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos que le recibiesen. Cuando llegó allá, fue de gran provecho a los que mediante la gracia habían creído;
28 pues refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo.

CAPITULO 19
Pablo en Efeso

1 Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Efeso y encontró a ciertos discípulos.
2 Entonces les dijo:
-¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Ellos le contestaron: -Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo. 
3 Entonces dijo: -¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos respondieron: -En el bautismo de Juan. 
4 Y dijo Pablo: -Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús. 
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y profetizaban.
7 Eran entre todos como doce hombres. 
8 Durante unos tres meses, entrando en la sinagoga, Pablo predicaba con valentía discutiendo y persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios.
9 Pero como algunos se endurecían y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud, se separó de ellos y tomó a los discípulos aparte, discutiendo cada día en la escuela de Tirano.
10 Esto continuó por dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor. 
11 Dios hacía milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo;
12 de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos.
13 Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:
-¡Os conjuro por el Jesús que Pablo predica! 
14 Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío, principal de los sacerdotes, los que hacían esto.
15 Pero el espíritu malo respondió y les dijo:
-A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? 
16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
17 Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Efeso, tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado. 
18 Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente.
19 Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de 50.000 monedas de plata.
20 De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente. 
21 Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: "Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma."
22 Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia.

Alboroto de los plateros en Efeso 

23
En aquel entonces se produjo un alboroto no pequeño acerca del Camino.
24 Porque cierto platero, llamado Demetrio, que elaboraba en plata templecillos de Diana, y daba no poca ganancia a los artesanos,
25 reunió a éstos con los obreros de oficios semejantes y les dijo:
-Hombres, sabéis que nuestra prosperidad proviene de este oficio;
26 y veis y oís que no solamente en Efeso, sino también en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
27 No solamente hay el peligro de que este negocio nuestro caiga en descrédito, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y que pronto sea despojada de su majestad aquella a quien adoran toda el Asia y el mundo. 
28 Al oír estas palabras se llenaron de ira y gritaron diciendo: -¡Grande es Diana de los efesios! 
29 Y la ciudad se llenó de confusión. Se lanzaron unánimes al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios y compañeros de Pablo.
30 Aunque Pablo quería salir a la multitud, los discípulos no se lo permitieron.
31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él y le rogaron que no se presentara en el teatro.
32 Unos gritaban una cosa, y otros otra cosa; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayor parte ni sabía por qué se había reunido. 
33 Entonces algunos de entre la multitud dieron instrucciones a Alejandro, a quien los judíos habían empujado hacia adelante. Y Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hacer una defensa ante el pueblo.
34 Pero reconociendo que era judío, todos volvieron a gritar a una sola voz, por casi dos horas:
-¡Grande es Diana de los efesios! 
35 Por fin, cuando el magistrado había apaciguado la multitud, dijo: -Hombres de Efeso, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de Efeso es guardiana del templo de la majestuosa Diana y de su imagen caída del cielo?
36 Ya que esto no puede ser contradicho, conviene que os apacigüéis y que no hagáis nada precipitado.
37 Pues habéis traído a estos hombres que ni han cometido sacrilegio ni han blasfemado a nuestra diosa.
38 Por tanto, si Demetrio y los artesanos que están con él tienen pleito contra alguien, se conceden audiencias y hay procónsules. ¡Que se acusen los unos a los otros!
39 Y si buscáis alguna otra cosa, será deliberado en legítima asamblea.
40 Pero hay peligro de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, sin que tengamos ninguna causa por la cual podamos dar razón de este tumulto. 
41 Y habiendo dicho esto, disolvió la concurrencia. 

CAPITULO 20
Recorrido de Macedonia y Grecia
 

1 Después de cesar el disturbio, Pablo mandó llamar a los discípulos, y habiéndoles exhortado, se despidió y salió para ir a Macedonia.
2 Recorrió aquellas regiones, exhortándoles con abundancia de palabras, y luego llegó a Grecia.
3 Después de estar él allí tres meses, los judíos tramaron un complot contra él cuando estaba por navegar rumbo a Siria, de modo que decidió regresar por Macedonia. 
4 Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea, los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, y Tíquico y Trófimo de Asia.
5 Estos salieron antes y nos esperaron en Troas.
6 Pero después de los días de los panes sin levadura, nosotros navegamos desde Filipos y los alcanzamos después de cinco días en Troas, donde nos detuvimos siete días.

Pablo visita Troas 

7
El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche.
8 Había muchas lámparas en el piso superior, donde estábamos reunidos.
9 Y a cierto joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, le iba dominando un profundo sueño. Como Pablo seguía hablando por mucho tiempo, el joven, ya vencido por el sueño, cayó del tercer piso abajo y fue levantado muerto.
10 Entonces Pablo descendió y se echó sobre él, y al abrazarlo dijo: "¡No os alarméis, porque su vida está en él!" 
11 Después de subir, de partir el pan y de comer, habló largamente hasta el alba; y de esta manera salió.
12 Ellos llevaron al joven vivo y fueron grandemente consolados.

Viaje desde Troas hasta Mileto 

13
Habiendo ido nosotros al barco con anticipación, navegamos hasta Asón para recibir a Pablo allí, pues así lo había dispuesto, debiendo ir él por tierra.
14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, le tomamos a bordo y fuimos a Mitilene.
15 Navegamos de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día, atracamos en Samos, y llegamos a Mileto al próximo día,
16 pues Pablo había decidido pasar de largo a Efeso para no detenerse en Asia; porque, de serle posible, se apresuraba para pasar el día de Pentecostés en Jerusalén.

Despedida de los ancianos de Efeso 

17
Desde Mileto, Pablo envió a Efeso e hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
18 Cuando ellos llegaron a él, les dijo: "Vosotros sabéis bien cómo me he comportado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia,
19 sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos.
20 Y sabéis que no he rehuido el anunciaros nada que os fuese útil, y el enseñaros públicamente y de casa en casa,
21 testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 
22 "Ahora, he aquí yo voy a Jerusalén con el espíritu encadenado, sin saber lo que me ha de acontecer allí;
23 salvo que el Espíritu Santo me da testimonio en una ciudad tras otra, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
24 Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. 
25 "Ahora, he aquí yo sé que ninguno de todos vosotros, entre los cuales he pasado predicando el reino, volverá a ver mi cara.
26 Por tanto, yo declaro ante vosotros en el día de hoy que soy limpio de la sangre de todos,
27 porque no he rehuido el anunciaros todo el consejo de Dios.
28 Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre.
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño;
30 y que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos.
31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno. 
32 "Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar herencia entre todos los santificados. 
33 "No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie.
34 Vosotros sabéis que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo.
35 En todo os he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: ’Más bienaventurado es dar que recibir.’ " 
36 Cuando había dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos.
37 Entonces hubo gran llanto de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban,
38 lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su cara. Y le acompañaron al barco. 

CAPITULO 21
Rumbo a Jerusalén 

1 Habiéndonos despedido de ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.
2 Hallando un barco que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos.
3 Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí.
4 Nos quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el Espíritu ellos decían a Pablo que no subiese a Jerusalén.
5 Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos.
6 Nos despedimos los unos de los otros y subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas. 
7 Habiendo completado la travesía marítima desde Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
8 Al día siguiente, partimos y llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien era uno de los siete, y nos alojamos con él.
9 Este tenía cuatro hijas solteras que profetizaban.
10 Y mientras permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió de Judea.
11 Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo:
-Esto dice el Espíritu Santo: "Al hombre a quien pertenece este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en manos de los gentiles." 
12 Cuando oímos esto, nosotros y también los de aquel lugar le rogamos que no subiese a Jerusalén.
13 Entonces Pablo respondió:
-¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy listo no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. 
14 Como él no se dejaba persuadir, desistimos diciendo: -Hágase la voluntad del Señor. 
15 Después de estos días, habiendo hecho los preparativos, subimos a Jerusalén.
16 También vinieron con nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos. 
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.

Pablo y los hermanos en Jerusalén 

18
Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron.
19 Después de saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.
20 Cuando lo oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron:
-Tú ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.
21 Pero se les ha informado acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni anden según nuestras costumbres.
22 ¿Qué hay, pues, de esto? Seguramente oirán que has venido.
23 Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos.
24 Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley.
25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido: que se abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación.

Pablo es apresado en el templo 

26
Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos. 
27 Cuando iban a terminar los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano,
28 gritando: "¡Hombres de Israel! ¡Ayudad! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo."
29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo. 
30 Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas. 
31 Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada.
32 De inmediato, éste tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. 
33 Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le atasen con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho;
34 pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza.
35 Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud;
36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: "¡Mátale!"

Defensa de Pablo ante el pueblo 

37
Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno:
-¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: -¿Sabes griego?
38 Entonces, ¿no eres tú aquel egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los asesinos? 
39 Entonces dijo Pablo: -A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo. 
40 Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo:

 
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