Lucas 8-11

CAPITULO 8
Mujeres que siguen a Jesús

1
 Aconteció después, que él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Los doce iban con él,
2 y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios;
3 Juana, la mujer de Cuza, administrador de Herodes; Susana, y muchas otras. Ellas les servían con sus bienes.

Parábola del sembrador

4
Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad acudían a él, les habló por medio de una parábola:
5 "Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron.
6 Otra parte cayó sobre la roca, y cuando creció, se secó, porque no tenía humedad.
7 Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando creció, llevó fruto a ciento por uno." Hablando de estas cosas, exclamó: "El que tiene oídos para oír, oiga."

La parábola del sembrador explicada

9
Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola.
10 Y él dijo: "A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 "Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y quita la palabra de sus corazones, para que no crean y sean salvos.
13 Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero éstos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan.
14 En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, éstos son los que oyeron; pero mientras siguen su camino, son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez.
15 Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, éstos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída; y llevan fruto con perseverancia.

Parábola de la lámpara

16
"Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
17 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro.
18 "Mirad, pues, cómo oís; porque a cualquiera que tenga, le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado."

La familia de Jesús

19
Vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la multitud.
20 Entonces se le avisó:
-Tu madre y tus hermanos están fuera, deseando verte.
21 Pero él respondiendo les dijo: -Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen.

Jesús calma la tempestad

22
Aconteció en uno de aquellos días, que él entró en una barca, y también sus discípulos. Y les dijo:
-Pasemos a la otra orilla del lago. Y zarparon.
23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Entonces se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y ellos se anegaban y peligraban.
24 Acercándose a él, le despertaron diciendo:
-¡Maestro, Maestro! ¡Perecemos! Y despertándose, reprendió al viento y al oleaje del agua; y cesaron, y se hizo bonanza.
25 Entonces les dijo:
-¿Dónde está vuestra fe? Atemorizados, se maravillaron diciéndose los unos a los otros: -¿Quién es éste, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?

Jesús sana a un endemoniado

26
Navegaron a la tierra de los gadarenos, que está frente a Galilea.
27 Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa, ni vivía en una casa, sino entre los sepulcros.
28 Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz:
-¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!
29 Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos, pero rompiendo las ataduras era impelido por el demonio a los desiertos.
30 Jesús le preguntó, diciendo:
-¿Cómo te llamas? Y él dijo: -Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él;
31 y le rogaban que no los mandase al abismo.
32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejase entrar en aquéllos, y él les dio permiso.
33 Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
34 Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos.
35 Y salieron a ver lo que había acontecido. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
36 Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado.
37 Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos, porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó.
38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo:
39 -Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti. Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él.

Jesús sana a una mujer

40
Al regresar Jesús, toda la gente le recibió gozosa, porque todos le esperaban.
41 Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa,
42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes le apretujaban.
43 Y una mujer, que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie),
44 se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia.
45 Entonces dijo Jesús:
-¿Quién es el que me ha tocado? Y como todos negaban, Pedro le dijo: -Maestro, las multitudes te aprietan y presionan.
46 Jesús dijo: -Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando; y postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante.
48 El le dijo:
-Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

Jesús resucita a la hija de Jairo

49
Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle:
-Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.
50 Al oír esto, Jesús le respondió: -No temas; sólo cree, y ella será salva.
51 Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie, sino sólo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña.
52 Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo:
-No lloréis. Ella no ha muerto, sino que duerme.
53 Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto.
54 Pero él la tomó de la mano, y habló a gran voz diciendo:
-Niña, levántate.
55 Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le diesen de comer.
56 Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.

CAPITULO 9
La misión de los doce

1 Reuniendo a los doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.
2 Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo:
-No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas.
4 En cualquier casa en que entréis, permaneced allí, y de allí salid.
5 Y dondequiera que no os reciban, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies como testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban de aldea en aldea, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

La muerte de Juan el Bautista

7
El tetrarca Herodes oyó de todo lo que estaba pasando; y estaba perplejo, porque algunos decían que Juan había resucitado de los muertos.
8 Otros decían que Elías había aparecido, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado.
9 Pero Herodes dijo: "A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es éste de quien escucho tales cosas?" Y procuraba verle.

Jesús alimenta a cinco mil

10
Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y él los tomó consigo y se retiró aparte a la ciudad llamada Betsaida.
11 Pero al saberlo las multitudes, le siguieron; y él los recibió y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados.
12 El día comenzó a declinar, y los doce se acercaron a él y le dijeron: -Despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y hallen comida, porque aquí estamos en un lugar desierto.
13 El les dijo: -Dadles vosotros de comer. Pero ellos dijeron: -No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este pueblo.
14 Porque eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: -Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno.
15 Y así lo hicieron, haciendo que todos se sentaran.
16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, los bendijo. Luego los partió e iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
17 Todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró recogieron doce canastas de pedazos.

La confesión de Pedro

18
Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Respondiendo ellos dijeron: -Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas ha resucitado.
20 Y les dijo: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Entonces Pedro respondiendo dijo: -El Cristo de Dios.
21 Pero él les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie.
22 Y les dijo:
-Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y que resucite al tercer día.

Condiciones para seguir a Jesús

23
Decía entonces a todos:
-Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.
24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará.
25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y se destruye o se pierde a sí mismo?
26 Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y la del Padre y la de los santos ángeles.
27 Y os digo, en verdad, que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios.

La transfiguración

28
Aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes.
30 Y he aquí, dos hombres hablaban con él. Eran Moisés y Elías,
31 quienes aparecieron en gloria y hablaban de su partida, que él iba a cumplir en Jerusalén.
32 Pedro y los otros con él estaban cargados de sueño; pero se mantuvieron vigilando y vieron su gloria y a dos hombres que estaban con él.
33 Aconteció que, mientras aquéllos se apartaban de él, Pedro dijo a Jesús, sin saber lo que decía:
-Maestro, nos es bueno estar aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
34 Mientras él estaba diciendo esto, vino una nube y les hizo sombra. Y ellos tuvieron temor cuando entraron en la nube.
35 Entonces de la nube salió una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Escogido. A él oíd."
36 Cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron, y en aquellos días no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho

37
Aconteció al día siguiente, cuando habían bajado del monte, que una gran multitud le salió al encuentro.
38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:
-Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo.
39 He aquí un espíritu le toma, y de repente grita y le convulsiona con espumarajos; le hace pedazos y difícilmente se aparta de él.
40 Yo rogué a tus discípulos que le echasen fuera, pero no pudieron.
41 Respondiendo Jesús, dijo: -¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y os soportaré? Trae a tu hijo acá.
42 Y mientras aún se acercaba, el demonio le derribó y le convulsionó. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre.
43 Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios.

Jesús anuncia su humillación

Como todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 -Poned en vuestros oídos estas palabras, porque el Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres.
45 Pero ellos no entendían este dicho, pues les estaba encubierto para que no lo percibieran. Y temían preguntarle acerca de este dicho.

Quién es el más importante

46
Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante.
47 Pero Jesús, percibiendo los razonamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso a su lado,
48 y les dijo:
-Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre me recibe a mí; y cualquiera que me reciba a mí recibe al que me envió. Porque el que es más pequeño entre todos vosotros, éste es el más importante.

Quién está de vuestra parte

49
Entonces respondiendo Juan dijo:
-Maestro, vimos a cierto hombre echando fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús le dijo: -No se lo prohibáis. Porque el que no es contra vosotros, por vosotros es.

El viaje decisivo a Jerusalén

51
Aconteció que, cuando se cumplía el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
52 Envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos,
53 pero no le recibieron porque vieron en su cara que iba a Jerusalén.
54 Al ver esto sus discípulos Jacobo y Juan, le dijeron:
-Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?
55 El se dio vuelta y los reprendió,
56 y fueron a otra aldea.

Lo que cuesta seguir a Jesús

57
Mientras ellos iban por el camino, cierto hombre le dijo:
-¡Te seguiré a dondequiera que vayas!
58 Jesús le dijo: -Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Dijo a otro: -Sígueme. Pero él dijo: -Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.
60 Y Jesús le dijo: -Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ¡vé y anuncia el reino de Dios!
61 Entonces también dijo otro: -Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los que están en mi casa.
62 Pero Jesús le dijo: -Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás, es apto para el reino de Dios.

CAPITULO 10
La misión de los setenta

1 Después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a los cuales envió delante de sí de dos en dos, a toda ciudad y lugar a donde él había de ir.
2 Y les decía: "A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
3 ¡Id! He aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforjas, ni calzado; ni saludéis a nadie por el camino.
5 "En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: ’Paz sea a esta casa.’
6 Si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, volverá a vosotros.
7 Posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No andéis de casa en casa.
8 En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante.
9 Sanad a los enfermos que haya allí y decidles: ’El reino de Dios se ha acercado a vosotros.’
10 "Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid a sus calles y decid:
11 ’Aun el polvo de vuestra ciudad que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero sabed esto: que el reino de Dios se ha acercado.’
12 Os digo que en aquel día será más tolerable para Sodoma que para aquella ciudad.
13 "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si se hubieran realizado en Tiro y en Sidón los hechos poderosos que han sido realizados en vosotras, desde hace tiempo se habrían arrepentido sentados en saco y ceniza.
14 Por lo tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, ¿serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta el Hades serás hundida!
16 "El que os escucha me escucha a mí; el que os rechaza me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza al que me envió."

El regreso de los setenta

17
Los setenta volvieron con gozo, diciendo:
-Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!
18 El les dijo: -Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí, os doy autoridad de pisar serpientes, escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará.
20 Sin embargo, no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten; sino regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos.

Jesús se regocija por los suyos

21
En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 "Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar."
23 Volviéndose a los discípulos les dijo aparte: -Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis.
24 Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Parábola del buen samaritano

25
Y he aquí, cierto maestro de la ley se levantó para probarle, diciendo:
-Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?
26 Y él le dijo: -¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 El le respondió diciendo: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Le dijo: -Has respondido bien. Haz esto y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús dijo: -Cierto hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, quienes le despojaron de su ropa, le hirieron y se fueron, dejándole medio muerto. 
31 Por casualidad, descendía cierto sacerdote por aquel camino; y al verle, pasó de largo.
32 De igual manera, un levita también llegó al lugar; y al ir y verle, pasó de largo.
33 Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó cerca de él; y al verle, fue movido a misericordia.
34 Acercándose a él, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó a un mesón y cuidó de él.
35 Al día siguiente, sacó dos denarios y los dio al mesonero diciéndole: "Cuídamelo, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva."
36 ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de ladrones?
37 El dijo: -El que hizo misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: -Vé y haz tú lo mismo.

Jesús en casa de Marta y María

38
Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba su palabra.
40 Pero Marta estaba preocupada con muchos quehaceres, y acercándose dijo:
-Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Pero respondiendo el Señor le dijo: -Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas.
42 Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

CAPITULO 11
Sobre la oración: el Padre Nuestro

1 Aconteció que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
-Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 El les dijo: -Cuando oréis, decid: "Padre [nuestro que estás en los cielos]: Santificado sea tu nombre; venga tu reino; [sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.]
3 el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy;
4 y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, [mas líbranos del mal.]"
5 Les dijo también: -Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo y va a él a la medianoche y le dice: "Amigo, préstame tres panes,
6 porque ha llegado a mí un amigo de viaje, y no tengo nada que poner delante de él."
7 ¿Le responderá aquél desde adentro: "No me molestes; ya está cerrada la puerta, y mis niños están conmigo en la cama; no puedo levantarme para dártelos"?
8 Os digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, ciertamente por la insistencia de aquél se levantará y le dará todo lo que necesite.
9 »Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
10 Porque todo aquel que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá.
11 »¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente?
12 O si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión?
13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que le pidan?

Por quién Jesús echa fuera demonios

14
Jesús estaba echando fuera un demonio que era mudo. Y aconteció que, cuando salió el demonio, el mudo habló. Las muchedumbres se asombraron,
15 pero algunos de ellos dijeron:
-Por Beelzebul, el príncipe de los demonios, echa fuera a los demonios.
16 Otros, para probarle, pedían de él una señal del cielo.
17 Pero como conocía los razonamientos de ellos, les dijo:
-Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado, y cae casa sobre casa.
18 Y si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá en pie su reino? Pues decís que por Beelzebul yo echo fuera los demonios.
19 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebul, ¿por quién los echan fuera vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
20 Pero si por el dedo de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
21 Cuando el hombre fuerte y armado guarda su propia casa, sus posesiones están en paz.
22 Pero si viene uno más fuerte que él y le vence, le toma todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos.
23 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.

El espíritu inmundo que regresa

24 »Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por lugares secos buscando reposo, y al no hallarlo, dice: "Volveré a mi casa de donde salí."
25 Y cuando regresa, la halla barrida y adornada.
26 Entonces va y trae otros siete espíritus peores que él. Y después de entrar, habitan allí; y el estado final de aquel hombre llega a ser peor que el primero.

La verdadera bienaventuranza

27
Mientras él decía estas cosas, aconteció que una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo:
-¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que mamaste!
28 Y él dijo: -Más bien, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios y la guardan.

Jesús se niega a hacer señales

29
Y apiñándose las multitudes, él comenzó a decir: "Esta generación es una generación malvada. Pide señal, y no le será dada ninguna señal, sino la señal de Jonás.
30 Porque como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, así también lo será el Hijo del Hombre para esta generación.
31 La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. ¡Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar!
32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás. ¡Y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar!

El ojo: lámpara del cuerpo

33
"Al encender una lámpara nadie la pone en oculto, ni debajo de un cajón, sino sobre un candelero para que todos los que entren vean la luz.
34 La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz. Pero cuando es malo, también tu cuerpo está en tinieblas.
35 Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas.
36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz y no tiene ninguna parte oscura, estará todo lleno de luz como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor."

Jesús denuncia a escribas y fariseos

37
Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le rogó que comiese con él; y habiendo entrado Jesús en su casa, se sentó a la mesa.
38 Y el fariseo se asombró al ver que no se lavó antes de comer.
39 Entonces el Señor le dijo:
-Vosotros los fariseos limpiáis el exterior de la copa o del plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.
40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro?
41 Pero dad con misericordia de las cosas que están dentro, y he aquí, todas las cosas os serán limpias.
42 »¡Ay de vosotros, fariseos! Porque diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, pero pasáis por alto el juicio y el amor de Dios. Es necesario hacer estas cosas, sin pasar por alto aquéllas.
43 »¡Ay de vosotros, fariseos! Porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.
44 »¡Ay de vosotros! Porque sois como sepulcros ocultos, y los hombres que andan por encima no lo saben.
45 Respondió uno de los maestros de la ley y le dijo: -Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
46 Y él le dijo: -¡Ay de vosotros también, maestros de la ley! Porque imponéis a los hombres cargas que no pueden llevar, pero vosotros mismos no las tocáis ni aun con uno de vuestros dedos.
47 »¡Ay de vosotros! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, pero vuestros padres los mataron.
48 Con eso, sois testigos y consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por esto, la sabiduría de Dios también dijo: "Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán;"
50 para que de esta generación sea demandada la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo;
51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, quien pereció entre el altar y el santuario. Así os digo, la sangre de ellos será demandada de esta generación.
52 »¡Ay de vosotros, maestros de la ley! Porque habéis quitado la llave del conocimiento. Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo habéis impedido.
53 Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a presionarle mucho y a provocarle a que hablase de muchas cosas,
54 acechándole para cazar algo de su boca.

 

 
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