Lucas 1-7

El Evangelio según San Lucas

CAPITULO 1 
Prólogo: Dedicatoria a Teófilo

1 Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros,
2 así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra,
3 me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo,
4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.

Anuncio del nacimiento de Juan

5
En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet.
6 Ambos eran justos delante de Dios y vivían irreprensiblemente en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
7 No tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada.
8 Aconteció que, cuando Zacarías ejercía el sacerdocio delante de Dios, en el turno de su clase,
9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó por sorteo entrar en el templo del Señor para quemar el incienso.
10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando a la hora del incienso.
11 Entonces el ángel del Señor se le apareció, puesto de pie a la derecha del altar del incienso.
12 Zacarías se turbó cuando le vio, y el temor se apoderó de él.
13 Pero el ángel le dijo: -¡No temas, Zacarías! Porque tu oración ha sido atendida. Tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento,
15 porque él será grande delante del Señor. Nunca beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre.
16 Y hará que muchos de los hijos de Israel vuelvan al Señor su Dios.
17 El mismo irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los desobedientes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo apercibido.
18 Y Zacarías dijo al ángel: -¿Cómo podré estar seguro de esto? Pues yo soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.
19 Respondió el ángel y le dijo: -Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas.
20 He aquí, quedarás mudo e incapaz de hablar hasta el día en que se realice esto, por cuanto no has creído a mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo.
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él pasara tanto tiempo en el templo.
22 Cuando salió, no les podía hablar; y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo. El se comunicaba con ellos por señas y quedaba mudo.
23 Sucedió que, cuando se cumplieron los días de este ministerio, él se fue a su casa.
24 Y después de aquellos días su mujer Elisabet concibió y se recluyó por cinco meses, diciendo:
25 -Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres.

Anuncio del nacimiento de Jesús

26
En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. El nombre de la virgen era María.
28 Cuando entró a donde ella estaba, dijo: -¡Te saludo, muy favorecida! El Señor está contigo.
29 Pero ella se turbó por sus palabras y se preguntaba qué clase de salutación sería ésta.
30 Entonces el ángel le dijo: -¡No temas, María! Porque has hallado gracia ante Dios.
31 He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David.
33 Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel: -¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón.
35 Respondió el ángel y le dijo: -El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.
36 He aquí, también tu parienta Elisabet ha concebido un hijo en su vejez. Este es el sexto mes para ella que era llamada estéril.
37 Porque ninguna cosa será imposible para Dios.
38 Entonces María dijo: -He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.

María visita a Elisabet

39
En esos días se levantó María y fue de prisa a una ciudad en la región montañosa de Judá.
40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet.
41 Aconteció que, cuando Elisabet oyó la salutación de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
42 y exclamó a gran voz y dijo: -¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
43 ¿De dónde se me concede esto, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque he aquí, cuando llegó a mis oídos la voz de tu salutación, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
45 Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le ha sido dicho de parte del Señor.

El cántico de María

46
Y María dijo: -Engrandece mi alma al Señor;
47 y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador,
48 porque ha mirado la bajeza de su sierva. He aquí, pues, desde ahora me tendrán por bienaventurada todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas conmigo. Su nombre es santo, 
50 y su misericordia es de generación en generación, para con los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes. 
53 A los hambrientos sació de bienes y a los ricos los despidió vacíos.
54 Ayudó a Israel su siervo, para acordarse de la misericordia,
55 tal como habló a nuestros padres; a Abraham y a su descendencia para siempre.
56 Y María se quedó con ella como tres meses, y regresó a su casa.

El nacimiento de Juan el Bautista

57
Se cumplió para Elisabet el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
58 Los vecinos y los parientes oyeron que Dios había engrandecido su misericordia hacia ella y se regocijaron con ella.
59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
60 Y su madre respondiendo dijo: -¡No! Más bien será llamado Juan.
61 Y le dijeron: -No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre.
62 Preguntaban por señas a su padre, cómo quería llamarle.
63 Y pidiendo una tablilla escribió diciendo: "Juan es su nombre." Y todos se maravillaron.
64 Al instante su boca fue abierta, y se le soltó la lengua, y comenzó a hablar bendiciendo a Dios.
65 Cayó temor sobre todos sus vecinos, y por toda la región montañosa de Judá se divulgaban todas estas cosas.
66 Y todos los que las oían las guardaban en sus corazones, diciendo: -Pues, ¿quién será este niño?
Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él.

El cántico de Zacarías

67
Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:
68 -Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
69 Ha levantado para nosotros un cuerno de salvación en la casa de su siervo David,
70 tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde antiguo:
71 Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecen,
72 para hacer misericordia con nuestros padres y para acordarse de su santo pacto.
73 Este es el juramento que juró a Abraham nuestro padre, para concedernos que,
74 una vez rescatados de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor,
75 en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar sus caminos;
77 para dar a su pueblo conocimiento de salvación en el perdón de sus pecados;
78 a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la luz de la aurora nos visitará de lo alto;
79 para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz.
80 Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y estaba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.

CAPITULO 2
El nacimiento de Jesús

1 Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto, para levantar un censo de todo el mundo habitado.
2 Este primer censo se realizó mientras Cirenio era gobernador de Siria.
3 Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad.
4 Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David,
5 para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta.
6 Aconteció que, mientras ellos estaban allí, se cumplieron los días de su alumbramiento,
7 y dio a luz a su hijo primogénito. Le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

Anuncio de los ángeles a los pastores

8
Había pastores en aquella región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y un ángel del Señor se presentó ante ellos, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y temieron con gran temor.
10 Pero el ángel les dijo: -No temáis, porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.
12 Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
13 De repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:
14 -¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!
15 Aconteció que, cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se decían unos a otros: -Pasemos ahora mismo hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.
16 Fueron de prisa y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Al verle, dieron a conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño.
18 Todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les dijeron;
19 pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20 Los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho.

Presentación de Jesús en el templo

21
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, nombre que le fue puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre.
22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarle al Señor
23 (así como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abre la matriz será llamado santo al Señor)
24 y para dar la ofrenda conforme a lo dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones de paloma.

El cántico de Simeón

25
He aquí, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre era justo y piadoso; esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 A él le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Cristo del Señor.
27 Movido por el Espíritu, entró en el templo; y cuando los padres trajeron al niño Jesús para hacer con él conforme a la costumbre de la ley,
28 Simeón le tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 -Ahora, Soberano Señor, despide a tu siervo en paz conforme a tu palabra; 
30 porque mis ojos han visto tu salvación
31 que has preparado en presencia de todos los pueblos:
32 luz para revelación de las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
33 Su padre y su madre se maravillaban de las cosas que se decían de él. 
34 Y Simeón los bendijo y dijo a María su madre: -He aquí, éste es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel y para señal que será contradicha,
35 para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu misma alma.

El testimonio de Ana

36
También estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su matrimonio;
37 y había quedado como viuda hasta ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones de noche y de día. 
38 En la misma hora acudió al templo y daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

Niñez de Jesús en Nazaret

39
Cuando cumplieron con todos los requisitos de la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

El niño Jesús entre los maestros

41
Iban sus padres todos los años a Jerusalén, para la fiesta de la Pascua.
42 Cuando cumplió doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 
43 Una vez acabados los días de la fiesta, mientras ellos volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén; y sus padres no lo supieron.
44 Suponiendo que él estaba en la caravana, fueron un día de camino y le buscaban entre los parientes y los conocidos.
45 Como no le encontraron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46 Aconteció que después de tres días, le encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas.
47 Todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas.
48 Cuando le vieron, se maravillaron, y su madre le dijo: -Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? He aquí, tu padre y yo te buscábamos con angustia.
49 Entonces él les dijo: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?
50 Pero ellos no entendieron el dicho que les habló.
51 Descendió con ellos y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

CAPITULO 3
Ministerio de Juan el Bautista


1 En el año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de las regiones de Iturea y de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia;
2 en tiempo de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Entonces él anduvo por toda la región alrededor del Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que proclama en el desierto: "Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.
5 Todo valle será rellenado, y toda montaña y colina serán rebajadas. Los senderos torcidos serán enderezados;
y los caminos ásperos, allanados;
6 y toda carne
verá la salvación de Dios."
7 Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: -¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Producid, pues, fruto digno de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: "A Abraham tenemos por padre." Porque os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. 
9 También el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. 
10 Las multitudes le preguntaban diciendo: -Pues, ¿qué haremos?
11 Respondiendo les decía: -El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo.
12 También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron: -Maestro, ¿qué haremos?
13 El les decía: -No cobréis más de lo que os está ordenado.
14 También unos soldados le preguntaban diciendo: -Y nosotros, ¿qué haremos? El les dijo: -No hagáis extorsión ni denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestros salarios.
15 Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos especulaban en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
16 Juan respondió a todos, diciendo: -Yo, a la verdad, os bautizo en agua. Pero viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. El os bautizará en el Espíritu Santo y fuego.
17 Su aventador está en su mano para limpiar su era y juntar el trigo en su granero, pero quemará la paja en el fuego que nunca se apagará.
18 Así que, exhortando con estas y otras muchas cosas, anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
19 Pero el tetrarca Herodes, cuando fue reprendido por Juan respecto de Herodía, la mujer de su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
20 añadió a todo también esto: Encerró a Juan en la cárcel.

El bautismo de Jesús

21
Aconteció que, en el tiempo en que todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo fue abierto,
22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como paloma. Luego vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia."

Genealogía de Jesús

23
Al comenzar su ministerio, Jesús tenía como treinta años. El era (según se creía) hijo de José,
24 hijo de Elí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli,
26 hijo de Nagai, hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joanán, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
28 hijo de Neri, hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Boaz, hijo de Salá, hijo de Najsón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Hesrón, hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré,
35 hijo de Nacor, hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sélaj,
36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé,
37 hijo de Lamec, hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.


CAPITULO 4
La tentación de Jesús


1 Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto,
2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando fueron cumplidos, tuvo hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: -Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan.
4 Jesús le respondió: -Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre.
5 Al llevarle a una altura, le mostró todos los reinos de la tierra en un momento. 
6 Y el diablo le dijo: -A ti te daré toda autoridad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien yo quiero.
7 Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo.
8 Respondiendo Jesús, le dijo:
-Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
9 Y le llevó a Jerusalén y le puso de pie sobre el pináculo del templo, y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo. 10 Porque escrito está: A sus ángeles dará órdenes acerca de ti
para que te guarden,
11 y en sus manos te llevarán, de modo que nunca tropieces
con tu pie en piedra.
12 Respondiendo Jesús le dijo: -Dicho está: No pondrás a prueba al Señor tu Dios.
13 Cuando el diablo acabó toda tentación, se apartó de él por algún tiempo.

Jesús comienza su ministerio

14
Entonces Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y su fama se difundió por toda la tierra de alrededor.
15 El enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.

Jesús en la sinagoga de Nazaret

16
Fue a Nazaret, donde se había criado, y conforme a su costumbre, el día sábado entró en la sinagoga, y se levantó para leer.
17 Se le entregó el rollo del profeta Isaías; y cuando abrió el rollo, encontró el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad
a los oprimidos
19 y para proclamar el año agradable del Señor.
20 Después de enrollar el libro y devolverlo al ayudante, se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21 Entonces comenzó a decirles: -Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
22 Todos daban testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: -¿No es éste el hijo de José?
23 Entonces él les dijo: -Sin duda, me diréis este refrán: "Médico, sánate a ti mismo. Hemos oído que sucedieron tantas cosas en Capernaúm; haz lo mismo también aquí en tu tierra."
24 -Y añadió-: De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su tierra.
25 Pero en verdad os digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
27 También había muchos leprosos en Israel en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino el sirio Naamán.
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira,
29 y se levantaron y le echaron fuera de la ciudad. Luego le llevaron hasta un precipicio del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
30 Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.

El endemoniado de Capernaúm

31
Entonces descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea, y les enseñaba los sábados.
32 Y se asombraban de su enseñanza, porque su palabra era con autoridad.
33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, y él exclamó a gran voz:
34 -¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
35 Jesús le reprendió, diciendo: -¡Cállate y sal de él! Entonces el demonio salió de él, derribándole allí en medio de todos, pero sin hacerle ningún daño.
36 Todos quedaron asombrados y hablaban entre sí diciendo: -¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se divulgaba por todos los lugares de la región.

Jesús sana a la suegra de Pedro

38
Levantándose Jesús, se apartó de la sinagoga y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba postrada con una fuerte fiebre, y le rogaron por ella.
39 El se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó; y en seguida ella se levantó y comenzó a servirles.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los trajeron a él. Y él, al poner las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
41 Y también de muchos salían demonios, dando gritos y diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque ellos sabían que él era el Cristo.

Jesús predica en Galilea

42
Siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto, y las multitudes le buscaban. Acudieron a él y le detenían para que no se apartara de ellos.
43 Pero él les dijo: "Me es necesario anunciar el evangelio del reino de Dios a otras ciudades también, porque para esto he sido enviado."
44 E iba predicando por las sinagogas de Galilea.

CAPITULO 5
La pesca milagrosa


1 Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret,
2 y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes.
3 Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca.
4 Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón: -Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Simón le respondió y dijo: -Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red.
6 Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces, y sus redes se rompían.
7 Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de manera que se hundían.
8 Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando: -¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador!
9 Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él,
10 y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: -No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres.
11 Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron.

Jesús sana a un leproso

12
Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. El vio a Jesús, y postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo: -Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Entonces extendió la mano y le tocó diciendo: -Quiero. ¡Sé limpio! Al instante la lepra desapareció de él.
14 Y Jesús le mandó que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo: -Vé y muéstrate al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades.
16 Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba.

Jesús sana a un paralítico

17
Y aconteció en uno de esos días que Jesús estaba enseñando, y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para sanar.
18 Y he aquí, unos hombres traían sobre una camilla a un hombre que era paralítico, y procuraban llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús.
19 Al no encontrar cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y juntamente con la camilla, le bajaron por el tejado en medio, delante de Jesús.
20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: -Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a razonar diciendo: ¿Quién es éste, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
22 Pero Jesús, dándose cuenta de los razonamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué razonáis en vuestros corazones?
 23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"?
24 Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!
25 De inmediato se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba recostado y se fue a su casa glorificando a Dios.
26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Fueron llenos de temor y decían: ¡Hoy hemos visto maravillas!

El llamamiento de Leví

27
Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo: ¡Sígueme!
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Entonces Leví le hizo un gran banquete en su casa, y había un gran número de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos.
30 Los fariseos y sus escribas murmuraban contra los discípulos de él, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
31 Respondiendo Jesús les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 
32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

Preguntas sobre el ayuno

33
Entonces ellos le dijeron: Los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.
34 Jesús les dijo: ¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen mientras el novio está con ellos?
35 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Les decía también una parábola: Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe, y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo.
37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres; el vino se derramará, y los odres se perderán.
38 Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos.
39 Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo, porque dice: "Lo añejo es lo mejor."

CAPITULO 6
El Señor del sábado


1 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sabado, y sus discipulos arrancaban espigas y las comían restregandolas con las manos 
2 -Y algunos de los fariseos dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados?
3 Respondiéndoles, Jesús dijo: ¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y también los que estaban con él? 
4 Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia, que no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él. 
5 -También les decía-: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.

El hombre de la mano paralizada

6
Aconteció en otro sábado que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada. 
7 Los escribas y los fariseos le acechaban para ver si le sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle.
8 Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: Levántate y ponte en medio. Él se levantó y se puso en medio.
9 Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?
10 Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre: Extiende tu mano.El lo hizo, y su mano le fue restaurada. 
11 Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús.

Elección de los doce apóstoles

12
Aconteció en aquellos días que Jesús salió al monte para orar, y pasó toda la noche en oración a Dios.
13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce, a quienes también llamó apóstoles:
14 a Simón al cual también llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé;
15 a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote;
16 a Judas hijo de Jacobo, y a Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor.

Las multitudes siguen a Jesús

17
Descendió con ellos y se detuvo en una llanura, junto con una multitud de sus discípulos y un gran número de personas de toda Judea, de Jerusalén, y de las costas de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades.
18 Los que eran atormentados por espíritus inmundos eran sanados,
19 y toda la gente procuraba tocarle; porque salía poder de él, y sanaba a todos.

Bienaventuranzas y ayes

20
Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía:
"Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 "Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados."Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 "Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí y os vituperan, y desechan vuestro nombre como si fuera malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día y saltad de alegría, porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; pues así hacían sus padres a los profetas.
24 "Pero ¡ay de vosotros los ricos! Porque estáis recibiendo vuestro consuelo.
25 "¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre. "¡Ay de vosotros, los que ahora os reís! Porque lamentaréis y lloraréis.
26 "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablan bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas.

El amor al enemigo: la regla de oro

27
"Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen;
28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan.
29 Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir.
31 "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que los aman.
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.
34 Y si dais prestado a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto.
35 "Más bien, amad a vuestros enemigos y haced bien y dad prestado sin esperar ningún provecho. Entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos.
36 Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.

El juzgar a los demás

37
"No juzguéis, y no seréis juzgados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados.
38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se os dará en vuestro regazo. Porque con la medida con que medís, se os volverá a medir."
39 Entonces les dijo una parábola: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40 El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es plenamente instruido será como su maestro.
41 ¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ’Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo’, sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano.
43 "No es buen árbol el que da malos frutos, ni es árbol malo el que da buen fruto.
44 Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos, ni tampoco se vendimian uvas de una zarza. 
45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Parábola de los dos cimientos

46
"¿Por qué me llamáis: ’Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo?
47 Yo os mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras, y las hace.
48 Es semejante a un hombre que al edificar una casa cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa, y no la pudo mover, porque había sido bien construida.
49 Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó, y fue grande la ruina de aquella casa."

CAPITULO 7
Jesús sana al siervo del centurión


1 Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaúm.
2 Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo.
4 Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: -El es digno de que le concedas esto;
5 porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.
6 Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: -Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo.
7 Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado.
8 Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a éste: "Vé", y él va; digo al otro: "Ven", y él viene; y digo a mi siervo: "Haz esto", y él lo hace.
9 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía: -¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!
10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo.

Jesús resucita al hijo de una viuda

11
Aconteció que poco después él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud le acompañaban.
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un muerto, el único hijo de su madre, la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: -No llores.
14 Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo: -Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
15 Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre.
16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo: -¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo!
17 Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18
A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos
19 y los envió al Señor, para preguntarle: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?" 

20
Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron: -Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?"
21 En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo les dijo: -Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio.
23 Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.

Jesús testifica de Juan el Bautista

24
Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: -¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales.
26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, os digo, y más que profeta!
27 El es aquel de quien está escrito: He aquí envío mi mensajero delante de tu rostro, quien preparará tu camino delante de ti.
28 Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan.
30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él.
31 -¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes?
32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza, y gritan los unos a los otros, diciendo: "Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos canciones de duelo, y no llorasteis."
33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: "¡Demonio tiene!"
34 Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y decís: "¡He allí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!"
35 Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

Una mujer pecadora recibe perdón

36
Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. 

37
Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume.
38 Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas; y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume.
39 Al ver esto el fariseo que le había invitado a comer, se dijo a sí mismo: -Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora.
40 Entonces, respondiendo Jesús le dijo: -Simón, tengo algo que decirte. El dijo: -Di, Maestro.
41 -Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. 
Como ellos no tenían con qué pagar, perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de éstos le amará más?
43 Respondiendo Simón dijo: -Supongo que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: -Has juzgado correctamente.
44 Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: -¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; pero ésta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.
45 Tú no me diste un beso, pero desde que entré, ésta no ha cesado de besar mis pies. 
46 Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume.
47 Por lo cual, te digo que sus muchos pecados son perdonados, puesto que amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama.
48 -Y a ella le dijo-: Tus pecados te son perdonados.
49 Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre sí: -¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
50 Entonces Jesús dijo a la mujer: -Tu fe te ha salvado; vete en paz.

 

 
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