Lucas 19-22

CAPITULO 19
Jesús y Zaqueo
 

1
 Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad.
2 Y he aquí, un hombre llamado Zaqueo, que era un principal de los publicanos y era rico,
3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
4 Entonces corrió delante y subió a un árbol sicómoro para verle, pues había de pasar por allí.
5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo:
-Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa. 
6 Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso.
7 Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a alojarse en la casa de un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:
-He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. 
9 Jesús le dijo: -Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Parábola de las diez minas 

11
Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que inmediatamente habría de ser manifestado el reino de Dios.
12 Dijo, pues: "Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver.
13 Entonces llamó a diez siervos suyos y les dio diez minas, diciéndoles: ’Negociad hasta que yo venga.’ 
14 "Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: ’No queremos que éste reine sobre nosotros.’ 
15 "Aconteció que cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían negociado.
16 Vino el primero y dijo: ’Señor, tu mina ha producido diez minas.’
17 Y él le dijo: ’Muy bien, buen siervo; puesto que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.’
18 Vino el segundo y dijo: ’Señor, tu mina ha hecho cinco minas.’
19 También a éste le dijo: ’Tú también estarás sobre cinco ciudades.’
20 Y vino otro y dijo: ’Señor, he aquí tu mina, la cual he guardado en un pañuelo.
21 Porque tuve miedo de ti, que eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y cosechas lo que no sembraste.’
22 Entonces él le dijo: ’¡Mal siervo, por tu boca te juzgo! Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré.
23 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al venir yo lo cobrara junto con los intereses?’
24 Y dijo a los que estaban presentes: ’Quitadle la mina y dadla al que tiene diez minas.’
25 Ellos le dijeron: ’Señor, él ya tiene diez minas.’
26 El respondió: ’Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
27 Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.’ "

La entrada triunfal en Jerusalén 

28
Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
30 diciendo:
-Id a la aldea de enfrente, y cuando entréis en ella, hallaréis atado un borriquillo, en el cual ningún hombre ha montado jamás. Desatadlo y traedlo.
31 Si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", le responderéis así: "Porque el Señor lo necesita." 
32 Los que habían sido enviados fueron y hallaron como había dicho.
33 Cuando desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron:
-¿Por qué desatáis el borriquillo? 
34 Y ellos dijeron: -Porque el Señor lo necesita. 
35 Trajeron el borriquillo a Jesús, y echando sobre él sus mantos, hicieron que Jesús montara encima.
36 Y mientras él avanzaba, tendían sus mantos por el camino. 
37 Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto.
38 Ellos decían:
-¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas! 
39 Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: -Maestro, reprende a tus discípulos. 
40 El respondió diciéndoles: -Os digo que si éstos callan, las piedras gritarán. 
41 Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró por ella
42 diciendo:
-¡Oh, si conocieses tú también, por lo menos en éste tu día, lo que conduce a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.
43 Porque vendrán sobre ti días en que tus enemigos te rodearán con baluarte y te pondrán sitio, y por todos lados te apretarán.
44 Te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti. No dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

Jesús purifica el templo 

45
Cuando entró en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
46 diciéndoles:
-Escrito está: ¡Mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones! 
47 Enseñaba cada día en el templo, pero los principales sacerdotes y los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
48 Pero no hallaban manera de hacerle algo, porque el pueblo le escuchaba con mucha atención. 

CAPITULO 20
La autoridad de Jesús
 

1 Aconteció un día que estando Jesús enseñando al pueblo en el templo y anunciando el evangelio, se le acercaron los principales sacerdotes y los escribas con los ancianos,
2 y le hablaron diciendo:
-Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te dio esta autoridad? 
3 Entonces respondió y les dijo: -Yo os haré también una pregunta. Respondedme:
4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? 
5 Ellos razonaban entre sí diciendo: -Si decimos "del cielo", dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?"
6 Y si decimos "de los hombres", todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta. 
7 Respondieron, pues, que no sabían de dónde era.
8 Entonces Jesús les dijo:
-Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Parábola de los labradores malvados 

9
Entonces comenzó a decir al pueblo esta parábola:
-Cierto hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores y se fue lejos por mucho tiempo.
10 A su debido tiempo envió un siervo a los labradores para que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores le golpearon y le enviaron con las manos vacías.
11 Y volvió a enviar otro siervo, pero también a éste, golpeándole y afrentándole, le enviaron con las manos vacías.
12 Volvió a enviar un tercer siervo, pero también a éste echaron, herido. 
13 »Entonces el señor de la viña dijo: "¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás a éste le tendrán respeto."
14 Pero los labradores, al verle, razonaron entre sí diciendo: "Este es el heredero. Matémosle, para que la heredad sea nuestra."
15 Y echándole fuera de la viña, le mataron.
»¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y destruirá a estos labradores y dará su viña a otros. 
Cuando ellos lo oyeron, dijeron: -¡Nunca suceda tal cosa! 
17 Pero él, mirándolos, les dijo: -¿Qué, pues, es esto que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo? 
18 Cualquiera que caiga sobre aquella piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga. 
19 En aquella hora los principales sacerdotes y los escribas procuraban echarle mano, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.

Pregunta sobre el tributo al César 

20
Entonces acechándole, enviaron espías que simulasen ser justos, a fin de sorprenderle en sus palabras, y así entregarle al poder y autoridad del procurador.
21 Estos le preguntaron diciendo:
-Maestro, sabemos que dices y enseñas bien, y que no haces distinción entre personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
22 ¿Nos es lícito dar tributo al César, o no? 
23 Pero él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo: 
24 -Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que tiene? Y ellos dijeron: -Del César. 
25 Entonces les dijo: -Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 
26 Y no pudieron sorprenderle en ninguna palabra delante del pueblo. Más bien callaron, maravillados de su respuesta.

Pregunta acerca de la resurrección 

27
Se acercaron algunos de los saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaron
28 diciendo:
-Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muere dejando mujer, y él no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano.
29 Había, pues, siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar hijos.
30 También el segundo.
31 Y la tomó el tercero, y de la misma manera también todos los siete, y murieron sin tener hijos.
32 Por último, murió también la mujer.
33 En la resurrección, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer? 
34 Entonces respondiendo Jesús les dijo: -Los hijos de este mundo se casan y se dan en casamiento.
35 Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel mundo venidero y la resurrección de los muertos no se casan, ni se dan en casamiento.
36 Porque ya no pueden morir, pues son como los ángeles, y son también hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
37 Y con respecto a que los muertos han de resucitar, también Moisés lo mostró en el relato de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 Pues Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven. 
39 Le respondieron algunos de los escribas, diciendo: -Maestro, bien has dicho. 
40 Y no se atrevieron a preguntarle más.

Jesús, hijo y Señor de David 

41
El les dijo:
-¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
42 Porque el mismo David dice en el libro de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, 
43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." 
44 Así que David le llama "Señor"; ¿cómo es, pues, su hijo?

Jesús denuncia a los escribas 

45
Cuando todo el pueblo le escuchaba, dijo a sus discípulos: 
46 -Guardaos de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas, que aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes.
47 Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación. 

CAPITUO 21
La ofrenda de la viuda pobre


1 Alzando la mirada, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro.
2 Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos blancas.
3 Entonces dijo:
-De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos.
4 Porque todos éstos de su abundancia echaron a las ofrendas; pero ésta, de su pobreza, echó todo el sustento que tenía.

La inminente destrucción del templo 

5
Hablando algunos acerca del templo decían que estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas votivas, él dijo: 
6 -En cuanto a estas cosas que veis, vendrán días cuando no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

Señales que anticipan el fin 

7
Entonces le preguntaron diciendo:
-Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Qué señal habrá cuando estas cosas estén por suceder? 
8 Entonces él dijo: -Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: "Yo soy", y "El tiempo está cerca." No vayáis en pos de ellos.
9 Y cuando oigáis de guerras y de revoluciones, no os atemoricéis. Porque es necesario que estas cosas acontezcan primero, pero el fin no será de inmediato.
10 -Entonces dijo-: Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
11 Habrá grandes terremotos, hambres y pestilencias en varios lugares. Habrá terror y grandes señales del cielo.
12 Pero antes de estas cosas os echarán mano y os perseguirán. Os entregarán a las sinagogas y os meterán en las cárceles, y seréis llevados delante de los reyes y gobernantes por causa de mi nombre.
13 Esto os servirá para dar testimonio.
14 Decidid, pues, en vuestros corazones no pensar de antemano cómo habéis de responder.
15 Porque yo os daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os opongan.
16 Y seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y harán morir a algunos de vosotros.
17 Seréis aborrecidos por todos a causa de mi nombre,
18 pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá.
19 Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas.

La destrucción de Jerusalén 

20
»Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed entonces que ha llegado su destrucción.
21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, salgan; y los que estén en los campos, no entren en ella.
22 Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 
23 »¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá grande calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo.
24 Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones. Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles.

La venida del Hijo del Hombre 

25
»Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante el rugido del mar y del oleaje.
26 Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectación de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos. 
27 »Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube, con poder y gran gloria.
28 Cuando estas cosas comiencen a suceder, mirad y levantad vuestras cabezas; porque vuestra redención está cerca.

Parábola de la higuera 

29
Y les dijo una parábola:
-Mirad la higuera y todos los árboles.
30 Cuando veis que ya brotan, vosotros entendéis que el verano ya está cerca.
31 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca.
32 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo suceda.
33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 
34 »Mirad por vosotros, que vuestros corazones no estén cargados de glotonería, de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y que aquel día venga sobre vosotros de repente como una trampa;
35 porque vendrá sobre todos los que habitan sobre la superficie de toda la tierra.
36 Velad, pues, en todo tiempo, orando que tengáis fuerzas para escapar de todas estas cosas que han de suceder, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. 
37 Pasaba los diás enseñando en el templo, y saliendo al anochecer permanecía en el monte que se llama de los Olivos.
38 Y todo el pueblo venía a él desde temprano para oírle en el templo.

CAPITULO 22
Acuerdo para matar a Jesús
 

1 Estaba próximo el día de la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua.
2 Los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo eliminarle, pues temían al pueblo.
3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, el cual era uno del número de los doce.
4 El fue y habló con los principales sacerdotes y con los magistrados acerca de cómo entregarle.
5 Estos se alegraron y acordaron darle dinero.
6 El estuvo de acuerdo y buscaba la oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera.

Preparativos para la Pascua 

7
Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la víctima pascual.
8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:
-Id, preparadnos la Pascua para que comamos. 
9 Ellos le preguntaron: -¿Dónde quieres que la preparemos? 
10 El les dijo: -He aquí, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle hasta la casa a donde entre.
11 Decidle al dueño de la casa: "El Maestro te dice: ’¿Dónde está la habitación en la que he de comer la Pascua con mis discípulos?’ "
12 Y él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto. Preparad allí. 
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.

La Cena del Señor 

14
Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
15 Y les dijo:
-¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de padecer!
16 Porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios. 
17 Luego tomó una copa, y habiendo dado gracias, dijo: -Tomad esto y repartidlo entre vosotros,
18 porque os digo que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. 
19 Entonces tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: -Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí. 
20 Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo: -Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

Jesús anuncia la traición de Judas 

21
»No obstante, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.
22 A la verdad, el Hijo del Hombre va según lo que está determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 
23 Entonces ellos comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que habría de hacer esto.

Sobre la primacía y el servicio 

24
Hubo entre ellos una disputa acerca de quién de ellos parecía ser el más importante.
25 Entonces él les dijo:
-Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados bienhechores.
26 Pero entre vosotros no será así. Más bien, el que entre vosotros sea el importante, sea como el más nuevo; y el que es dirigente, como el que sirve.
27 Porque, ¿cuál es el más importante: el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. 
28 »Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
29 Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí;
30 para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús predice la negación de Pedro 

31
»Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo.
32 Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos. 
33 El le dijo: -Señor, estoy listo para ir contigo aun a la cárcel y a la muerte. 
34 Pero él dijo: -Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú hayas negado tres veces que me conoces.

La hora del conflicto espiritual 

35
Y les dijo a ellos:
-Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: -Nada. 
36 Entonces les dijo: -Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una.
37 Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores. Porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento. 
38 Entonces ellos dijeron: -Señor, he aquí dos espadas. Y él dijo: -Basta.

Angustia de Jesús en Getsemaní 

39
Después de salir, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
40 Cuando llegó al lugar, les dijo:
-Orad que no entréis en tentación. 
41 Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba
42 diciendo:
-Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 
[ 43 Entonces le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
44 Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.] 
45 Cuando se levantó de orar y volvió a sus discípulos, los halló dormidos por causa de la tristeza.
46 Y les dijo:
-¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación.

Jesús es arrestado 

47
Mientras él aún hablaba, he aquí vino una multitud. El que se llamaba Judas, uno de los doce, venía delante de ellos y se acercó a Jesús para besarle.
48 Entonces Jesús le dijo:
-Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? 
49 Al ver los que estaban con él lo que había de ocurrir, le dijeron: -Señor, ¿heriremos a espada? 
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces respondiendo Jesús dijo:
-¡Basta de esto! Y tocando su oreja, le sanó.
52 Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, los magistrados del templo y los ancianos que habían venido contra él:
-¿Como a ladrón habéis salido con espadas y palos?
53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis la mano contra mí. Pero ésta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas.

Pedro niega a Jesús 

54
Le prendieron, le llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Cuando encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro también se sentó entre ellos.
56 Entonces una criada, al verle sentado junto a la lumbre, le miró fijamente y dijo:
-¡Este estaba con él! 
57 Pero él negó diciendo: -Mujer, no le conozco. 
58 Un poco después, al verle otro, le dijo: -¡Tú también eres de ellos! Y Pedro dijo: -Hombre, no lo soy. 
59 Como una hora después, otro insistía diciendo: -Verdaderamente, también éste estaba con él, porque es galileo. 
60 Y Pedro dijo: -¡Hombre, no sé lo que dices! Y de inmediato, estando él aún hablando, el gallo cantó.
61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: "Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces."
62 Y saliendo fuera, Pedro lloró amargamente.

Jesús ante el Sanedrín 

63
Los hombres que tenían bajo custodia a Jesús se burlaban de él y le golpeaban.
64 Y cubriéndole le preguntaban diciendo:
-¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó? 
65 Y le decían otras muchas cosas, injuriándole. 
66 Cuando amaneció, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le llevaron al Sanedrín de ellos.
67 Y le dijeron:
-Si tú eres el Cristo, ¡dínoslo! Pero él les dijo: -Si os lo dijera, no lo creeríais.
68 Además, si yo os preguntara, no me responderíais.
69 Pero de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios. 
70 Le dijeron todos: -Entonces, ¿eres tú Hijo de Dios? Y él les dijo: -Vosotros decís que yo soy. 
71 Entonces ellos dijeron: -¿Qué más necesidad tenemos de testimonio? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca. 

 

 
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