1ª Corintios 1-13

La Primera Epístola del Apóstol Pablo a los Corintios

CAPITULO 1

1 Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes;
2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:
3 Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Gracias por las riquezas en Cristo 

4
Gracias doy a mi Dios siempre en cuanto a vosotros por la gracia de Dios que os fue concedida en Cristo Jesús;
5 porque en todo habéis sido enriquecidos en él, en toda palabra y en todo conocimiento.
6 Así el testimonio de Cristo ha sido confirmado entre vosotros
7 hasta no faltaros ningún don, mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
8 Además, él os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
9 Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Disensiones en la iglesia 

10
Os exhorto, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que os pongáis de acuerdo y que no haya más disensiones entre vosotros, sino que estéis completamente unidos en la misma mente y en el mismo parecer.
11 Porque se me ha informado de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que entre vosotros hay contiendas.
12 Me refiero a que uno de vosotros está diciendo: "Yo soy de Pablo", otro "yo de Apolos", otro "yo de Pedro" y otro "yo de Cristo".
13 ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?
14 Doy gracias a Dios que no bauticé a ninguno de vosotros, sino a Crispo y a Gayo,
15 para que nadie diga que ha sido bautizado en mi nombre
16 (pero también bauticé a los de la casa de Estéfanas; en cuanto a los demás, no sé si bauticé a algún otro).
17 Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no sea hecha vana la cruz de Cristo.

Cristo: sabiduría y poder de Dios 

18
Porque para los que se pierden, el mensaje de la cruz es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios.
19 Porque está escrito:
Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. 
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de esta edad presente? ¿No es cierto que Dios ha transformado en locura la sabiduría de este mundo?
21 Puesto que en la sabiduría de Dios, el mundo no ha conocido a Dios mediante la sabiduría, a Dios le pareció bien salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría;
23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: para los judíos tropezadero, y para los gentiles locura.
24 Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios.
25 Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 
26 Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles.
27 Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte.
28 Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es,
29 a fin de que nadie se jacte delante de Dios.
30 Por él estáis vosotros en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención;
31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. 

CAPITULO 2
El mensaje de Cristo crucificado
 

1 Así que, hermanos, cuando yo fui a vosotros para anunciaros el misterio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
2 Porque me propuse no saber nada entre vosotros, sino a Jesucristo, y a él crucificado.
3 Y estuve entre vosotros con debilidad, con temor y con mucho temblor.
4 Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

La sabiduría que viene del Espíritu 

6
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría, no de esta edad presente, ni de los príncipes de esta edad, que perecen.
7 Más bien, hablamos la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó desde antes de los siglos para nuestra gloria.
8 Ninguno de los príncipes de esta edad conoció esta sabiduría; porque si ellos la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria.
9 Más bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
10 Pero a nosotros Dios nos las reveló por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las cosas profundas de Dios.
11 Pues ¿quién de los hombres conoce las cosas profundas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha conocido las cosas profundas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente.
13 De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales.
14 Pero el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente.
15 En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no es juzgado por nadie.
16 Porque, ¿
quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo. 

CAPITULO 3
Colaboradores de Dios en el evangelio
 

1 Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niñitos en Cristo.
2 Os di a beber leche y no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo, y ni aún ahora podéis;
3 porque todavía sois carnales. Pues en tanto que hay celos y contiendas entre vosotros, ¿no es cierto que sois carnales y andáis como humanos? 4 Porque cuando uno dice: "Yo soy de Pablo", mientras otro dice: "Yo soy de Apolos", ¿no sois carnales? 
5 ¿Qué, pues, es Apolos? ¿y qué es Pablo? Sólo siervos por medio de los cuales habéis creído; y a cada uno según el Señor le concedió.
6 Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento.
7 Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, quien da el crecimiento.
8 El que planta y el que riega son una misma cosa, pero cada uno recibirá su recompensa conforme a su propia labor.
9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois huerto de Dios, edificio de Dios. 
10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, como perito arquitecto he puesto el fundamento, y otro está edificando encima. Pero cada uno mire cómo edifica encima,
11 porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
12 Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca,
13 la obra de cada uno será evidente, pues el día la dejará manifiesta. Porque por el fuego será revelada; y a la obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará.
14 Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa.
15 Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego. 
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17 Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque santo es el templo de Dios, el cual sois vosotros. 
18 Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno entre vosotros cree ser sabio en esta edad presente, hágase necio para llegar a ser sabio.
19 Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios, pues está escrito: El prende a los sabios en la astucia de ellos;
20 y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.
21 Así que nadie se gloríe en los hombres; pues todo es vuestro
22 -sea Pablo, sea Apolos, sea Pedro, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir-, todo es vuestro,
23 y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. 

CAPITULO 4
Contra los que causan disensiones
 

 Que todo hombre nos considere como servidores de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios.
2 Ahora bien, lo que se requiere de los mayordomos es que cada uno sea hallado fiel.
3 Para mí es poca cosa el ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo.
4 No tengo conocimiento de nada en contra mía, pero no por eso he sido justificado; pues el que me juzga es el Señor.
5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, quien a la vez sacará a la luz las cosas ocultas de las tinieblas y hará evidentes las intenciones de los corazones. Entonces tendrá cada uno la alabanza de parte de Dios. 
6 Hermanos, todo esto lo he aplicado a mí y a Apolos como ejemplo por causa de vosotros, para que aprendáis en nosotros a no pasar más allá de lo que está escrito, y para que no estéis inflados de soberbia, favoreciendo al uno contra el otro.
7 Pues, ¿quién te concede alguna distinción? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?
8 Ya estáis saciados; ya os enriquecisteis; sin nosotros llegasteis a reinar. ¡Ojalá reinaseis, para que nosotros reináramos también con vosotros!
9 Porque considero que a nosotros los apóstoles, Dios nos ha exhibido en último lugar, como a condenados a muerte; porque hemos llegado a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres.
10 Nosotros somos insensatos por causa de Cristo; vosotros sois sensatos en Cristo. Nosotros somos débiles; vosotros fuertes. Vosotros sois distinguidos, pero nosotros despreciados.
11 Hasta la hora presente sufrimos hambre y sed, nos falta ropa, andamos heridos de golpes y sin dónde morar.
12 Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos. Cuando somos insultados, bendecimos; cuando somos perseguidos, lo soportamos;
13 cuando somos difamados, procuramos ser amistosos. Hemos venido a ser hasta ahora como el desperdicio del mundo, el desecho de todos. 
14 No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a mis hijos amados.
15 Pues aunque tengáis diez mil tutores en Cristo, no tenéis muchos padres; porque en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio.
16 Por tanto, os exhorto a que seáis imitadores de mí.
17 Por esto, os he enviado a Timoteo, quien es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os hará recordar mi proceder en Cristo Jesús, tal como lo enseño por todas partes en todas las iglesias. 
18 Pero algunos se han inflado de soberbia, como si yo nunca hubiera de ir a vosotros.
19 Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y llegaré a conocer, ya no las palabras de aquellos inflados, sino su poder.
20 Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
21 ¿Qué queréis? ¿Que vaya a vosotros con un palo, o con amor y en espíritu de mansedumbre? 

CAPITULO 5
Contra la inmoralidad 

1 Ciertamente, se oye que hay entre vosotros inmoralidad sexual, y una inmoralidad tal como ni aun entre los gentiles se tolera; tanto, que hay quien tiene la esposa de su padre.
2 ¡Y vosotros estáis inflados de soberbia! ¿No habría sido preferible llorar, para que el que ha cometido semejante acción fuera expulsado de entre vosotros? 
3 Aunque por cierto estoy ausente en el cuerpo, estoy presente en el espíritu. Ya he juzgado, tal como si estuviera presente, a aquel que ha hecho semejante cosa.
4 En el nombre de nuestro Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu con el poder de nuestro Señor Jesús,
5 entregad al tal a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor. 
6 Vuestra jactancia no es buena. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?
7 Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis una nueva masa, como sois sin levadura; porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado.
8 Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con pan sin levadura, de sinceridad y de verdad. 
9 Os he escrito por carta que no os asociéis con fornicarios.
10 No me refiero en forma absoluta a los que de este mundo son fornicarios, avaros, estafadores o idólatras, pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.
11 Pero ahora os escribo que no os asociéis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni aun comáis. 
12 Pues, ¿por qué tengo yo que juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis a los que están adentro?
13 Pues a los que están afuera Dios los juzgará. Pero quitad al malvado de entre vosotros. 

CAPITULO 6
Pleitos entre hermanos
 

1 ¿Cómo se atreve alguno de vosotros, teniendo un asunto contra otro, a ir a juicio delante de los injustos y no, más bien, delante de los santos?
2 ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar pleitos tan pequeños?
3 ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más las cosas de esta vida!
4 Por tanto, en caso de haber pleitos con respecto a las cosas de esta vida, a los que para la iglesia son de poca estima, ¿a éstos ponéis para juzgar?
5 Para avergonzaros lo digo. Pues, ¿qué? ¿No hay entre vosotros ni un solo sabio que pueda juzgar entre sus hermanos?
6 Pero hermano va a juicio contra hermano, ¡y esto ante los incrédulos!
7 Sin lugar a duda, ya es un fracaso total para vosotros el que tengáis pleitos entre vosotros. ¿Por qué no sufrir más bien la injusticia? ¿Por qué no ser más bien defraudados?
8 Sin embargo, vosotros hacéis injusticia y defraudáis, ¡y esto a los hermanos! 
9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

Consagrar el cuerpo a Dios 

12
Todas las cosas me son lícitas, pero no todo me conviene. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna.
13 La comida es para el estómago, y el estómago para la comida, pero Dios destruirá tanto al uno como a la otra.
El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.
14 Pues como Dios levantó al Señor, también a nosotros nos levantará por medio de su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera!
16 ¿O no sabéis que el que se une con una prostituta es hecho con ella un solo cuerpo? Porque dice: Los dos serán una sola carne.
17 Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es. 
18 Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo.
19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
20 Pues habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. 

CAPITULO 7
El deber conyugal
 

1 En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer.
2 Pero a causa de la inmoralidad sexual, cada hombre tenga su esposa, y cada mujer tenga su esposo.
3 El esposo cumpla con su esposa el deber conyugal; asimismo la esposa con su esposo.
4 La esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo; asimismo el esposo tampoco tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposa. 
5 No os neguéis el uno al otro, a menos que sea de acuerdo mutuo por algún tiempo, para que os dediquéis a la oración y volváis a uniros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.
6 Esto digo a modo de concesión, no como mandamiento.
7 Más bien, quisiera que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don procedente de Dios: uno de cierta manera, y otro de otra manera. 
8 Digo, pues, a los no casados y a las viudas que les sería bueno si se quedasen como yo.
9 Pero si no tienen don de continencia, que se casen; porque mejor es casarse que quemarse.

La permanencia del matrimonio 

10
Pero a los que se han casado mando, no yo, sino el Señor: que la esposa no se separe de su esposo
11 (pero si ella se separa, que quede sin casarse o que se reconcilie con su esposo), y que el esposo no abandone a su esposa. 
12 A los demás digo yo, no el Señor: que si algún hermano tiene esposa no creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
13 Y si alguna esposa tiene esposo no creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el esposo no creyente es santificado en la esposa, y la esposa no creyente en el creyente. De otra manera vuestros hijos serían impuros, pero ahora son santos.
15 Pero si el no creyente se separa, que se separe. En tal caso, el hermano o la hermana no han sido puestos bajo servidumbre, pues Dios os ha llamado a vivir en paz.
16 Porque, ¿cómo sabes, oh esposa, si quizás harás salvo a tu esposo? ¿O cómo sabes, oh esposo, si quizás harás salva a tu esposa?

El cristiano en su ambiente social 

17
Solamente que viva cada uno como el Señor le asignó, y tal como era cuando Dios le llamó; así ordeno en todas las iglesias.
18 ¿Fue llamado alguien ya circuncidado? No disimule su circuncisión. ¿Ha sido llamado alguien incircunciso? No se circuncide.
19 La circuncisión no es nada, y la incircuncisión no es nada; más bien, lo que vale es guardar los mandamientos de Dios.
20 Cada uno permanezca en la condición en que fue llamado.
21 ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; pero si puedes hacerte libre, por supuesto procúralo.
22 Porque el que en el Señor es llamado siendo esclavo, es hombre libre del Señor. De igual manera, también el que es llamado siendo libre, es esclavo del Señor.
23 Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.
24 Hermanos, que cada uno se quede para con Dios en la condición en que fue llamado.

Consejos para los no casados 

25
Pero con respecto a los que son solteros, no tengo mandamiento del Señor, aunque les doy mi parecer como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel.
26 Pues, a causa de la presente dificultad, bien me parece que al hombre le sea bueno quedarse como está.
27 ¿Estás ligado a esposa? No procures desligarte. ¿Estás libre de esposa? No busques esposa.
28 Pero también, si te casas, no pecas; y si la soltera se casa, no peca; aunque aquellos que se casan tendrán aflicción en la carne, y yo quisiera evitárosla. 
29 Pero os digo esto, hermanos, que el tiempo se ha acortado. En cuanto al tiempo que queda, los que tienen esposas sean como si no las tuvieran;
30 los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran
31 y los que disfrutan de este mundo, como si no disfrutaran de él. Porque el orden presente de este mundo está pasando. 
32 Quisiera, pues, que estuvieseis libres de ansiedad. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor;
33 pero el casado se preocupa de las cosas de la vida, de cómo ha de agradar a su esposa,
34 y su atención está dividida. La mujer no casada, o soltera, se preocupa de las cosas del Señor, a fin de ser consagrada tanto en cuerpo como en espíritu. En cambio, la casada tiene cuidado de las cosas de la vida, de cómo ha de agradar a su esposo.
35 Esto digo para vuestro provecho; no para poneros restricción, sino para que viváis honestamente, atendiendo al Señor sin impedimento. 
36 Si alguien considera que su comportamiento es inadecuado hacia su virgen y si está en la flor de la edad y por eso siente obligación de casarse, puede hacer lo que quiere; no comete pecado. Cásense.
37 Pero el que está firme en su corazón, no teniendo necesidad, sino que tiene dominio sobre su propia voluntad y así ha determinado en su corazón conservársela virgen, hará bien.
38 De modo que el que se casa con su virgen hace bien; y de igual manera, el que no se casa hace mejor.

El matrimonio de las viudas 

39
La esposa está ligada mientras viva su esposo. Pero si su esposo muere, está libre para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.
40 Pero según mi opinión, más feliz será si permanece así. Y pienso que yo también tengo el Espíritu de Dios. 

CAPITULO 8
Sobre lo sacrificado a los ídolos
 

1 Con respecto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica.
2 Si alguien se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debiera saber.
3 Pero si alguien ama a Dios, tal persona es conocida por él. 
4 Por eso, acerca de la comida de los sacrificios a los ídolos, sabemos que el ídolo nada es en el mundo y que no hay sino un solo Dios.
5 Porque aunque sea verdad que algunos son llamados dioses, sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores),
6 sin embargo, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros vivimos para él; y un solo Señor, Jesucristo, mediante el cual existen todas las cosas, y también nosotros vivimos por medio de él. 
7 Sin embargo, no en todos hay este conocimiento; porque algunos por estar hasta ahora acostumbrados al ídolo, comen el alimento como algo sacrificado a los ídolos, y su conciencia se contamina por ser débil.
8 Pero no es la comida lo que nos recomienda a Dios; pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos.
9 Pero mirad que esta vuestra libertad no sea tropezadero para los débiles.
10 Porque si alguien te ve a ti que tienes conocimiento, sentado a la mesa en el lugar de los ídolos, ¿no es cierto que la conciencia del que es débil será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?
11 Así, por el conocimiento tuyo se perderá el débil, un hermano por quien Cristo murió.
12 De esta manera, pecando contra los hermanos e hiriendo sus débiles conciencias, contra Cristo estáis pecando.
13 Por lo cual, si la comida es para mi hermano ocasión de caer, yo jamás comeré carne, para no poner tropiezo a mi hermano. 

CAPITULO 9
La recompensa del ministerio
 

1 ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿Acaso no he visto a Jesús nuestro Señor? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?
2 Si para otros yo no soy apóstol, ciertamente para vosotros lo soy, porque vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor. 
3 Esta es mi defensa contra cuantos me cuestionan:
4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?
5 ¿No tenemos derecho a llevar una esposa creyente con nosotros, tal como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Pedro?
6 ¿O sólo Bernabé y yo no tenemos derecho a dejar de trabajar?
7 ¿Quién presta jamás servicio de soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta el rebaño y no toma la leche del rebaño? 
8 ¿Será que digo estas cosas sólo como hombre? ¿No lo dice también la ley?
9 Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado sólo de los bueyes?
10 ¿O lo dice enteramente para nosotros? Pues para nosotros está escrito. Porque el que ara ha de arar con esperanza; y el que trilla, con esperanza de participar del fruto. 
11 Si nosotros hemos sembrado cosas espirituales para vosotros, ¿será gran cosa si de vosotros cosechamos bienes materiales?
12 Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿no nos corresponde más a nosotros? Sin embargo, nunca usamos de este derecho; más bien, lo soportamos todo para no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. 
13 ¿No sabéis que los que trabajan en el santuario comen de las cosas del santuario; es decir, los que sirven al altar participan del altar?
14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
15 Pero yo nunca me he aprovechado de nada de esto, ni tampoco he escrito al respecto para que se haga así conmigo. Pues para mí sería mejor morir, antes que alguien me quite este motivo de orgullo.
16 Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!
17 Por eso, si lo hago de buena gana, tendré recompensa; pero si lo hago de mala gana, de todos modos el llevarlo a cabo me ha sido confiado.
18 ¿Cuál es, pues, mi recompensa? Que predicando el evangelio, pueda yo presentarlo gratuitamente, para no abusar de mi derecho en el evangelio.

Tras la corona del evangelio 

19
A pesar de ser libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a más.
20 Para los judíos me hice judío, a fin de ganar a los judíos. Aunque yo mismo no estoy bajo la ley, para los que están bajo la ley me hice como bajo la ley, a fin de ganar a los que están bajo la ley.
21 A los que están sin la ley, me hice como si yo estuviera sin la ley (no estando yo sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo), a fin de ganar a los que no están bajo la ley.
22 Me hice débil para los débiles, a fin de ganar a los débiles. A todos he llegado a ser todo, para que de todos modos salve a algunos.
23 Y todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. 
24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero sólo uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
25 Y todo aquel que lucha se disciplina en todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; nosotros, en cambio, para una incorruptible.
26 Por eso yo corro así, no como a la ventura; peleo así, no como quien golpea al aire.
27 Más bien, pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer; no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado. 

CAPITULO 10
Peligros de idolatría e inmoralidad
 

1 No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, y que todos atravesaron el mar.
2 Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar.
3 Todos comieron la misma comida espiritual.
4 Todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.
5 Sin embargo, Dios no se agradó de la mayoría de ellos; pues quedaron postrados en el desierto. 
6 Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no seamos codiciosos de cosas malas, como ellos codiciaron.
7 No seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó para divertirse.
8 Ni practiquemos la inmoralidad sexual, como algunos de ellos la practicaron y en un sólo día cayeron 23.000 personas.
9 Ni tentemos a Cristo, como algunos de ellos le tentaron y perecieron por las serpientes.
10 Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron y perecieron por el destructor. 
11 Estas cosas les acontecieron como ejemplos y están escritas para nuestra instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de las edades.
12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir. 
14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.
15 Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo.
16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
17 Puesto que el pan es uno solo, nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos de un solo pan.
18 Considerad al Israel según la carne: Los que comen de los sacrificios, ¿no participan del altar?
19 ¿Qué, pues, quiero decir? ¿Que lo que es sacrificado a los ídolos sea algo, o que el ídolo sea algo?
20 Al contrario, digo que lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios, y no a Dios. Y yo no quiero que vosotros participéis con los demonios.
21 No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
22 ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Seremos acaso más fuertes que él?

Respeto a la conciencia de otros 

23
Todo me es lícito, pero no todo conviene. Todo me es lícito, pero no todo edifica.
24 Nadie busque su propio bien, sino el bien del otro.
25 Comed de todo lo que se vende en la carnicería, sin preguntar nada por motivo de conciencia;
26 porque del Señor es la tierra y su plenitud. 
27 Si algún no creyente os invita, y queréis ir, comed de todo lo que se os ponga delante, sin preguntar nada por motivo de conciencia.
28 Pero si alguien os dice: "Esto ha sido sacrificado en un templo", no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró y por motivo de conciencia.
29 Pero no me refiero a la conciencia tuya, sino a la del otro. Pues, ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la conciencia de otro?
30 Si yo participo con acción de gracias, ¿por qué he de ser calumniado por causa de aquello por lo cual doy gracias? 
31 Por tanto, ya sea que comáis o bebáis, o que hagáis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
32 No seáis ofensivos ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios;
33 así como yo en todo complazco a todos, no buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos. 

CAPITULO 11


1
Sed vosotros imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo.

Modestia de las mujeres en el culto 

2
Os alabo porque en todo os acordáis de mí y retenéis las enseñanzas transmitidas tal como yo os las entregué.
3 Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo.
4 Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.
5 Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza no cubierta, afrenta su cabeza, porque da lo mismo que si se hubiese rapado.
6 Porque si la mujer no se cubre, que se corte todo el cabello; y si le es vergonzoso cortarse el cabello o raparse, que se cubra.
7 El hombre no ha de cubrir su cabeza, porque él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre.
8 Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre.
9 Además, el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre.
10 Por lo cual, la mujer debe tener una señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los ángeles. 
11 No obstante, en el Señor ni el hombre existe aparte de la mujer, ni la mujer existe aparte del hombre.
12 Porque así como la mujer proviene del hombre, así también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios.
13 Juzgad por vosotros mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios con la cabeza no cubierta?
14 ¿Acaso no os enseña la naturaleza misma que le es deshonroso al hombre dejarse crecer el cabello,
15 mientras que a la mujer le es honroso dejarse crecer el cabello? Porque le ha sido dado el cabello en lugar de velo.
16 Con todo, si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios.

Abusos en la Cena del Señor 

17
Pero al encargaros lo siguiente no os alabo; pues no os reunís para lo mejor, sino para lo peor.
18 Primeramente, porque cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros disensiones, y en parte lo creo;
19 porque es preciso que haya entre vosotros hasta partidismos, para que se manifiesten entre vosotros los que son aprobados. 
20 Porque cuando os reunís en uno, eso no es para comer la cena del Señor,
21 pues cada cual se adelanta a comer su propia cena; y mientras uno tiene hambre, otro se halla embriagado.
22 ¿Acaso no tenéis casas en donde comer y beber? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? ¡En esto no os alabo!

La Cena del Señor 

23
Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan;
24 y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: "Tomad, comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Haced esto en memoria de mí." 
25 Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de mí."
26 Todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él venga.

Tomando la Cena de manera digna 

27
De modo que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor de manera indigna, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor.
28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa.
29 Porque el que come y bebe, no discerniendo el cuerpo, juicio come y bebe para sí.
30 Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen.
31 Pero si nos examináramos bien a nosotros mismos, no se nos juzgaría.
32 Pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. 
33 Así que, hermanos míos, cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros.
34 Si alguien tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando llegue. 

CAPITULO 12
Los dones que reparte el Espíritu
 

1 Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales.
2 Sabéis que cuando erais gentiles, ibais como erais arrastrados, tras los ídolos mudos.
3 Por eso os hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: "Anatema sea Jesús." Tampoco nadie puede decir: "Jesús es el Señor", sino por el Espíritu Santo. 
4 Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo.
5 Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
6 También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos.
7 Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo.
8 Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu;
10 a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él designa.

Un solo cuerpo con muchos miembros 

12
Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo.
13 Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu.
14 Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro, sino de muchos.
15 Si el pie dijera: "Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo", ¿por eso no sería parte del cuerpo?
16 Y si la oreja dijera: "Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo", ¿por eso no sería parte del cuerpo?
17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oreja, ¿dónde estaría el olfato?
18 Pero ahora Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, a cada uno de ellos, como él quiso.
19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
20 Pero ahora son muchos los miembros y a la vez un solo cuerpo. 
21 El ojo no puede decir a la mano: "No tengo necesidad de ti"; ni tampoco la cabeza a los pies: "No tengo necesidad de vosotros."
22 Muy al contrario, los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son indispensables.
23 Además, a los miembros del cuerpo que estimamos ser de menos honor, a éstos los vestimos aun con más honor; y nuestros miembros menos decorosos son tratados con aun más decoro.
24 Porque nuestros miembros más honrosos no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.
26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se conduelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con él. 
27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente.
28 A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros; después los que hacen milagros, después los dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, los que tienen diversidad de lenguas.
29 ¿Acaso son todos apóstoles? ¿todos profetas? ¿todos maestros? ¿Acaso hacen todos milagros?
30 ¿Acaso tienen todos dones de sanidades? ¿Acaso hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?
31 Con todo, anhelad los mejores dones. Y ahora os mostraré un camino todavía más excelente: 

CAPITULO 13
La preeminencia del amor
 

1 Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe.
2 Si tengo profecía y entiendo todos los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy.
3 Si reparto todos mis bienes, y si entrego mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. 
4 El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante.
5 No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal.
6 No se goza de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 
8 El amor nunca deja de ser. Pero las profecías se acabarán, cesarán las lenguas, y se acabará el conocimiento.
9 Porque conocemos sólo en parte y en parte profetizamos;
10 pero cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será abolido.
11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño.
12 Ahora vemos oscuramente por medio de un espejo, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, así como fui conocido.
13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 

 

 
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